¡Ay, Sabina!

Mientras yo estoy acá, acostada y en pijama, el Sabina anda dando bastonazos en Reforma, frente a unas diez mil personas que se emocionan cantando las mismas de siempre, pero con peor voz, porque no es lo mismo los tres mosqueteros que cuarenta años después.

El Sabina ya tiene 62 años y aunque aún no podría ser mi abuelo, con facilidad sería mi padre...

Y vamos, que puede uno decir ante una brecha generacional tan grande? Pues nada, que me sigue conmoviendo que con una de sus sonrisas chuecas me arranca una sonrisa amplia, que nada más bello y más verdadero que decirle a alguien... Y sin embargo, te quiero.

Vamos, que el Sabina es el cómplice de tantos de mis secretos y ha estado conmigo en noches malas y peores, con los amores de mi vida, así como en el día en que lloré 24 horas o en el que me perdí por la ciudad cantando "Por el Boulevard de los sueños rotos..."

¿Cuantas noches habré yo pasado convenciendome de que no quiero un amor civilizado, ni carne, ni pecado, ni orgullo, ni piedad?

Y mientras me arreglaba, en el espejo musitaba: "Porque voy a salir, esta noche contigo..."

Gracias, Sabina, por dejar que corra por México El Penúltimo tren.

D.


No hay comentarios.:

Una mujer que caminaba sobre las vías

Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...