Historia de un corcho

Cuando mis padres tenían apenas un radio y comíamos soya más de 3 veces por semana, también compraban vino para celebrar... que era viernes, por ejemplo.

En esos días compraban vino en cajitas y luego bailaban algo lento. Los vi bailar mucho después y los recuerdo... Entonces ya no había vino en cajitas, pero ya había pedacitos de queso.

La compra del elegante sacacorchos empezó después. Mi padre decidió comprarlo cuando llegó el juego de copas, herencia de mi abuela.

El sacacorchos es muy bonito: sigue los principios básicos de un tornillo. Desde que lo tenemos nuestra vida es más sencilla y feliz...

Pero, ¿cómo se quita un corcho si uno no tiene un sacacorchos?

Ayer A. me comentaba que para ella y unas amigas fue un gran logro sacar un corcho... y eso que ellas si tenían sacacorchos.

Nosotros recurrimos primero a Youtube, donde daban al menos 3 ideas para sacar el corcho: uno con un tornillo, otra con una navaja suiza y la final, golpeando la botella contra la pared.

La idea era que el propio líquido presionara el corcho, para empujarlo y dejarlo al alcance de la mano...

Pero por más que la botella fue golpeada contra la pared, no sirvió de nada.

Luego buscamos la ayuda de unos desarmadores: por desgracia ninguno de ellos era suficientemente ancho... los cuchillos eran excesivamente anchos... y finalmente terminamos empujando el corcho hacia adentro.

Me encantaría perderme en una descripción sobre el sabor a hierro y corcho de ese vino... pero no sé nada de enología. Así que baste saber que conseguimos tomar el vino, pese a no tener sacacorchos.

D.

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