Hice limpieza primaveral para el Borchalacaton y encontré una bonita falda rosa, de amplio vuelo, encajes, que casi nunca me he puesto. La miré con ternura y casi la acaricio, pensando que en realiad no tenía ocasión para usarla...
O sí, pero no ¿para qué?
Finalmente hoy a nadie le gustan las faldas. Me alaban mucho esos pantalones entallados, las blusas que dejan entrever un breve escote o incluso uno más amplio.
Esta primavera me ha sorprendido enfermandome cada dos por tres, débil y sin ánimo para salir, como un girasol que gira, sin moverse, alineandose con el sol, ocultandose.
Ocultarse, más que nada.
La primavera para mí no ha empezado. La falda sigue guardada y tengo además mucho miedo al sol. Lo persigo con los ojos, sin entregarme.
D.
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