No hago públicas las razones por las que acabé el sábado por la tarde en el Panteón Francés... pero baste decir que nunca había estado allí (pese a las insistencias de un amigo, que aseguraba que quería saber la calle y avenida de mis parientes, para ir a tomar fotografías).
Lo cierto es que entiendo su insistencia... Seguro el lugar fotografía muy bien, ya que abundan los bonitos monumentos, las piezas curiosas y es un sitio hermoso de visitar, lleno de árboles y veredas. Además, al fijarse en las esquelas y las fechas, uno encuentra principios para historias increíbles.
Tan sólo los nombres son realmente evocativos y te hacen pensar en muchas historias: como aquella tumba en que descansan tres personas: una con un nombre y apellido francés y otras dos con nombres mexicanos y sólo el apellido. La madre francesa y los hijos ya mexicanos, descansando para siempre.
Las tumbas descuidadas provocan tristeza, mientras que los grandes monumentos o las "curiosidades" en piedra despiertan fascinación y asombro. En los sitios en dónde yacen niños, parece emanar un aire particular de nostalgia y pérdida, que abruma a todos. "Que pequeño", suele escucharse.
Y entre las tumbas, imágenes de ángeles y cristos emergen, lazos y toda clase de iconografía relacionada con la muerte.
Me aseguran que, con la finalidad de que el sitio no se llene de paseantes despreocupados y con cámaras, te piden que te identifiques al entrar, así que no estoy aconsejando visitarlo... sólo les comento que es realmente un lugar hermoso dentro de la ciudad y que me siento afortunada de poder llevar flores entre los ángeles.
D.
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