Permanencia voluntaria

El fin del año parece ponernos melancólicos a todos. Pensativos. Meditabundos. Cogitabundos. (¿Eso existe o me lo acabo de inventar? Aún así da risa)

Y es que, este murmullo mental inoportuno que no para, parece incrementarse con el correr de las hojas en el calendario. Cuando los días "idos" superan por mucho a los días "por venir".

Y los recuentos de "lo mejor del año" se hacen necesarios.

Los programas especializados, entonces, nos llenan de listas que son simpáticas y quizá incluso demasiado efímeras, porque los años "idos" pronto se van acumulando y son más que los años "por venir".

Los mejores videojuegos.
Los mejores libros.
Los mejores discos.
Los mejores momentos noticiosos.
Las muertes más impactantes.
Los casorios más prominentes.

Recuentos, recuentos por doquier, que nos ponen (quizá falsamente) reflexivos.

Finalmente le damos mucho peso a algunas cosas, que posiblemente en febrero habremos olvidado.

A veces creo que la vida es como una de esas funciones de permanencia voluntaria: a veces es la suerte la que nos hace llegar en un momento dado. Le damos relevancia al momento que llegamos... pero finalmente tendremos que salirnos de nuevo, posiblemente a la mitad de la película.

Este año ha sido bueno para mí, aunque ha estado sombreado por la muerte de los familiares de muchas personas cercanas a mí, como para recordarnos que esas tristezas pueden estar a la vuelta de la esquina.

Lo que creemos estable y permanente, puede cambiar.

Vale más no creer que nuestra cómoda butaca será para siempre y simplemente disfrutar la función.

D.

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