Viajar a oscuras

La oscuridad puede ser metáfora de muchas cosas.

En la oscuridad nos conocemos, nos seducimos, nos encontramos, nos perdemos, nos asustamos.

La oscuridad nos envuelve, nos arropa, nos cobija, pero también nos devora, nos traga, nos asfixia.

Ayer viajé en un vagón a oscuras, en una de las líneas más profundas de la ciudad, la línea 7.

El experimento social se derivó del pésimo mantenimiento que tienen los vagones del Sistema de Transporte Colectivo, pese a los recientes aumentos en las tarifas. ¿Somos demasiados? ¿Y pese a ello no es posible reparar las lámparas dentro de los vagones.

Pensaba en lo peligroso que podría ser estar en ese vagón a horas pico. Yo iba cómodamente sentada y entre los reflejos del tunel podía entrever las sombras de mis compañeros de viaje. Todos parecían apáticos y desatentos a esa oscuridad que nos rodeaba.

A mi me parece inaceptable. ¿No incluso en los peseros se ha prohibido que circulen a oscuras?

En todo eso pensaba mientras mi respiración se iba haciendo más rápida y mi oído se agudizaba. ¿Qué era esa vibración a mi lado? ¿Era normal?

Últimamente se han reportado diversos incidentes en el transporte público: llantas incendiadas, túneles inundados, tramos completos que deben ser puestos bajo revisión de los expertos por excesivo desgaste.

Viajar a oscuras es no saber las condiciones del trayecto o si llegará uno a su destino.

D.

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