Aprendí un poco sobre teorías de género en la Universidad. Tuve varias maestras autoproclamadas feministas, que incluso escribían en publicaciones como FEM, Debate feminista y toda clase de publicaciones destinadas a abordar estos temas.
Algo (poco) me enseñaron, me recomendaron literatura feminista. Se abordó el tema en más de una clase.
Pero nunca lo sentí como una lucha realmente personal.
Por eso la semana pasada leí, un poco desde la barrera, los distintos debates que se formaron cerca de 3 eventos relacionados con la búsqueda de la equidad de género.
El primero: la proliferación de publicaciones de #WomenAgainstFeminism, un movimiento que invita a las mujeres a decir las razones por las cuales NO se consideran feministas.
Tras leer una serie de sus argumentos consideré que la mayor parte de ellas cae en la contradicción o en ideas muy estereotipicas: por eso me pareció interesante el texto de Danica Johnson en Everyday feminism que traduje acá.
El segundo, que se desprende del primero: las reacciones al discurso que Emma Watson pronunció en la ONU como vocera del movimiento #HerforShe, en el que invitó a los hombres del mundo a ser parte del debate por la equidad de género, con la finalidad de encontrar soluciones que permitieran a las mujeres ser fuertes y a los hombres ser sensibles.
¿El resultado? Controversia, crítica y hasta la amenaza directa de exponer fotografías comprometedoras de la actriz británica: por un discurso que algunas publicaciones feministas tacharon hasta de limitado y pobre, por no abordar temas que consideraban relevantes. (También leí descalificaciones a la vocera por tacharla de ser una cara bonita herramienta del heteropatriarcado... bueno, un merequetengue).
En mi opinión eligieron una buena vocera, con credibilidad, para el mensaje que querían dar y la profundidad de las ideas correspondía más a un llamado mediático para iniciar una campaña, no a un tratado filosófico, lo cual estaba bien para comenzar la conversación.
En tercer lugar, causó mucha indignación entre mis contactos de Twitter la lectura de un artículo en la publicación Emeequis: El joven que tocaba el piano (y descuartizó a su novia), que cuenta la historia de Javier Méndez, un joven estudioso y deportista, que en un arranque de ira homocida mató a una joven que acababa de conocer por sentirse atacado en su ego.
Le relato narra, desde la perspectiva del asesino, los acontecimientos relacionados con el crímen y destaca algunos detalles que resultan totalmente grotescos y desbalanceados, dejando mal parada a la víctima. Al respecto, me pareció muy adecuado el análisis de Catalina Ruiz Navarro.
Tan acostumbrados estamos a la violencia, a la injusticia, a la misoginia, tan inmersos en el ruido que hacen falta a veces semanas así para replantear nuestras luchas personales.
D.
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1 comentario:
También por esas fechas leí este texto, escrito por una chica que fue, digamos, manoseada en público.
Pasan muchas cosas indignantes que dan rabia. En lo personal, quisiera tener la habilidad de hacerles sentir a los hombres lo que sentimos ante sus abusos.
En fin. Quizá no me defina como feminista y me cuente entre las mujeres que no saben de qué va el feminismo, pero creo, a riesgo de no saber de lo que hablo, que comparto algunos ideales feministas.
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