La balada del autocuidado

A un mes de vivir sola puedo decir varias cosas:

- No tiene uno tanto tiempo libre como se imaginaría, aún viviendo a unos pasos del trabajo, hay muchos detalles que debe uno arreglar como ir por comida, cocinar, llevar la ropa a la tintorería, comprar cosas ridículas como una mopa... y al final el tiempo libre queda cortito.

- Los vecinos acá aún no los conozco, son super discretos. Si no fuera por pequeños indicios diría que vivo en un edificio vacío.

- Una vez me quedé afuera del cuarto por un lío con las llaves y la vecina de enfrente me ayudó a entrar así que ya la conocí, hasta en bata. (Me da ternura, me recuerda a mi tía).

- No se me dan para nada los arreglos domésticos, ya me estuve peleando con un sencillo clavo para poner mi espejo y con la plomería del lavabo.

- Eso sí, ya aprendí a usar la lavadora de acá y toda mi ropa huele a suavizante sin tener que parecer húngara en plena mudanza acarreando ropa sucia por toda la ciudad.

- Aún no tengo un protocolo para recibir a las visitas: un día hice sándwiches y otro palomitas, pero la verdad siempre me siento inadecuada e incómoda.

- Mis papás no han venido a pararse por acá desde que me dejaron con mi computadora y yo solita puse los tornillos de mi tele, lo que me dio un pequeño sentimiento de logro. Luego le pedí prestado al jefe un tablero de corcho y allí pongo la lista de compras y las postales de Brasil. (Porque me fui a Brasil, pero ese es otro cuento que debo contar en otro día, porque acá va de mi primer mes viviendo sola).

- Hice drama en mi cumpleaños y eso también da para otro post, pero mi abuelita me regaló una postal que resume en forma muy ideal lo que siento en mi interior en esta etapa de mi vida y no creo que sea para nada malo, al contrario. La postal tiene flores y una bicicleta, en una de esas la subo y luego habrá postales de Brasil y estamos hechos.´



D.

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