Sao Paulo: aquí se respira lucha

Hace dos años quería conocer Argentina. Saqué mi pasaporte con la finalidad de planear mi viaje y comprar un boleto para fin de año.

Pero mi trabajo dejó de motivarme, empecé a buscar nuevas cosas que hacer y me sentía muy intranquila, así que al final no compré boleto, ni hice nada por viajar.

Después, el año pasado, decidí tramitar mi Visa americana: tener el pasaporte vigente ayudó a librarme de un trámite adicional, pero nuevamente no viajé, porque se movió de fecha el evento que iba a ir a cubrir.

Finalmente, este año regresé a un medio y nos invitaron a cubrir. Yo quería que fuera uno de mis editores, que no ha salido del país, pero le faltaba el pasaporte así que me propuse a ir en su lugar, porque esa alguna vez fue mi fuente.

Bueno, toda esta introducción para decir que mi pasaporte estaba en blanco desde hace dos años y podría haber seguido así... pero no.

Llegar a Sao Paulo fue una odisea porque son muchas horas de vuelo y me tocó un bebé que lloraba. Lloraba mucho. Se retorcía. Yo creo que le dolía algo porque eso no es normal. En uno de esos arranques demoniacos llegó a pegarle a su padre en la nariz y le causó tremenda hemorragia. Mira que los cabezasos son una cosa diabólica.

Además de horas y horas de llanto, vi un par de películas y luego medio dormí.

A ciencia cierta no sé cuanto dormí, pero creo que poco porque me la pasé comiendo en el avión.

Mi viaje en Sao Paulo también fue un poco accidentado: salvo el primer día que escapé con una colega mexicana y una chilena a un parque muy lindo ("QuesepareceaChapultepec" porque yo todo lo quiero comparar con Chapultepec) me la pasé trabajando en el Centro de Convenciones y lidiando con el trafico de Sao Paulo, que es una cosa tremenda. (Se parece al de la ciudad de México). No conocí el centro, ni sé los lugares turísticos, ni podría llegar sola al lugar donde me hospedé sin ayuda de Google Maps. Además Sao Paulo es una ciudad gigantesca, realmente enorme, como México...

Con la diferencia, quizá de que las calles que pasamos no son tan coloridas o pintorescas como las de acá. Se nota abundancia en muchos sitios y una pobreza lacerante y punzante en otros, como Latinoamérica es, pues... contrastante, diversa. Pero muchas construcciones me parecían grises, sin chiste, como cortadas con molde y pintadas a destajo. Incluso desde el avión, al despegar, me daba esa sensación. Todos me dijeron que debía conocer Río de Janeiro.

La gente fue amable y las personas en Brasil son bellas. Me asombraba las combinaciones genéticas que premiaron al país con gente tan guapa. Es un deleite a los ojos.

En cuanto a la comida estuvo bien, comí Sushi delicioso y un filete bueno (pero extrané ponerle salsa o comerlo en tortillas, no tengo remedio), el pan de queso es rico, pero no me enloqueció, como decían. Quizá me faltó probar más cocina regional.

Me quedé con ganas de conocer más ciudades de Latinoamérica, sentir ecos de lo que se siente cercano y distante, encontrarse y reconocerse en unas cosas, alejarse en otras. Fue bonito, pero corto. Duró 3 días.

El regreso fue mucho más tranquilo, escogí un lugar junto a la ventana y volé de día. Mientras aterrizábamos pude cantarle mi poema de amor y esperanza a esta ciudad que llamo mía.

Efraín Huerta/Declaración de amor/Fragmento 


"Ciudad que llevas dentro
mi corazón, mi pena,
la desgracia verdosa
de los hombres del alba,
mil voces descompuestas
por el frío y el hambre.

Ciudad que lloras, mía,
maternal, dolorosa,
bella como camelia
y triste como lágrima,
mírame con tus ojos
de tezontle y granito,
caminar por tus calles
como sombra o neblina.

Soy el llanto invisible
de millares de hombres.

Soy la ronca miseria,
la gris melancolía,
el fastidio hecho carne.
Yo soy mi corazón desamparado y negro. 


D.

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