Estoy tomando un taller de Tecnopolítica y periodismo alternativo que me está devolviendo la fe en la humanidad (poquito, pues, pero algo es algo).
A veces se me hace difícil reconectar con el idealismo de la carrera; han pasado tantas cosas desde entonces. Pero creo que sí tengo una vocación por comunicar, sólo que a veces queda enterrada bajo los 300 correos por leer.
Ayer escuchaba la retroalimentación de cinco meses de trabajo en un Taller Literario en el que participo y además de varias cosas que debo corregir de allá, me acordé que realmente esto es algo que amo hacer (que me pagan por ello y como me pagan a veces olvido que lo disfruto).
Y eso está bien. Es lo que uno quiere, que te paguen por hacer lo que te gusta, ¿no?
Pero también a veces es bonito solo dejarse llevar y que fluya. Ser uno porque sí.
Dejarse adormecer por el vaivén de las teclas como quien escucha el mar.
Extraño el mar, por cierto.
Extraño escribir sin límites de caracteres o deadlines.
A veces me extraño.
D.
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