Jean Paul Sartre y la eterna condena del hombre...

Jean Paul Sartre es uno de los principales exponentes del movimiento filosófico llamado existencialismo, escuela del pensamiento que resalta el papel crucial de la libertad y de la elección individual al conocer el mundo. Esta escuela gozó de gran popularidad en distintos pensadores y escritores de los siglos XIX y XX.

Su principal aporte es el destacar la importancia de la subjetividad y la libertad individual para elegir.

Para los existencialistas, entre los que se contaba Sartre, la máxima dedicación en la vida era encontrar su vocación, es decir aquella idea por la cual uno podía vivir y en caso de ser necesario incluso podrías dar la vida por ello.

El filósofo danés del siglo XIX Sören Kierkegaard, quien fue el primer escritor que se calificó como existencialista, reaccionó contra la tradición clásica de Platón, que insistía en que la moralidad y perfeccionamiento ético era el objetivo de todo ser humano.

Para los existencialistas no existe un “bien” único e inalterable, sino que somos nosotros (cada uno de nosotros) los que debemos determinar que es lo bueno, cual es la causa a la que dirigiremos nuestros pasos.

De allí que Sartre y otros existencialistas alegan que no hay ninguna base moral de la que el hombre deba partir para determinar las metas de su existencia, porque cada encrucijada en el camino, incluso las científicas, conllevan la posibilidad de dudar sobre lo “bueno” o “malo” que podría traer cada acción.

Quizá el aporte más significativo a la Ciencia de parte de Jean Paul Sartre es la idea de la “Subjetividad” es decir, que incluso como científicos (o científicos sociales, en este caso) tenemos una carga de subjetividad que contribuye a ayudarnos a llegar a la verdad.

Para los existencialistas la subjetividad no es una carga o un obstáculo, sino un factor que contribuye al perfeccionamiento de la ciencia. Sólo al de actuar siguiendo nuestras convicciones y a través de la experiencia personal podemos acercarnos al conocimiento de nuestro objeto de estudio, no como “la verdad” última y definitiva, pero sí con una mayor cercanía de la que tendríamos al tratar al tema de nuestro estudio de forma indiferente y objetiva.

Esta forma de ver las cosas ocasionó que a los filósofos existencialistas los acusaran de ser contrarios al pensamiento racional, ya que muchas veces recurrían a parábolas o cuentos para ilustrar mejor lo que querían decir. Los existencialistas trataban de demostrar que la ciencia no es tan racional como se supone.

En el caso de Jean Paul Sastre una de sus obras más conocidas es curiosamente una obra literaria, “La Nausea” (1938). En esta obra el autor plasma una de las principales ideas del movimiento existencialista. La elección.

La elección es la libertad que tiene el ser humano para elegir. Esto es algo muy particular de los seres humanos, ya que a diferencia de los animales no tenemos una esencia que nos obligue a actuar de tal o cual manera. Incluso el decidir no tomar una elección, es una forma de elegir.

Al igual que en la famosa película de Danny Boyle “La vida en el abismo” (Trainspottin) Al ser humano se le pide que tome muchas decisiones, siendo estas las que marcan el rumbo que toma su vida.

La libertad de elección implica un riesgo, responsabilidades y consecuencias. Los existencialistas dicen que cuando tomas la libertad, debes asumir el riesgo. Esta posibilidad de que alguno de los caminos lleve al abismo, te lleva a otra palabra clave en la filosofía de Sartre: el miedo y la angustia.

El abismo, esa figura que está representada en algunos casos como “El fracaso” para los existencialistas representa el concepto de “La nada”. En su libro “El ser y la nada” (1943), Sartre explica la imposibilidad de poder encontrar un camino que sea decisivamente el tuyo, el predestinado, el único.

Por ello el padre del existencialismo, Kirkegaard decía que la vida posee un carácter ambiguo, es decir no quiere decir nada por sí misma, hasta que decidimos hacia donde llevarla: sólo el individuo que asume responsabilidad por la vida propia es quien puede dejar de considerar su vida como un absurdo.

Sartre decía que a los jóvenes muchas veces sólo les quedaba la violencia para rebelarse contra ese mundo al que sus padres querían predestinarlos y en el cual ellos no querían estar, esto porque el movimiento que él empezó se llevó a cabo después de terminar la II Guerra mundial y los jóvenes del mundo estaban buscando que nuevo sentido darle a sus vidas.

El pensamiento de Sartre está impregnado de ateísmo y pesimismo de una forma explícita. Argumenta en sus obras que los seres humanos necesitan una base racional para sus vidas pero son incapaces de conseguirla y, por ello, su existencia es “pasión inútil”.

En el Ser y la Nada (1943) Sartre distingue dos modos del ser. En primer lugar, la conciencia, cuya estructura fundamental es la intencionalidad, es decir, el hecho de que el ser lleva siempre en sí un ser otro; toda conciencia es, en realidad, conciencia de algo, que es lo que Sartre llama el ser para-sí.

El otro es el mundo, que no es más que lo que es y que se define por su plenitud perfecta: lo que Sartre llama el ser en-sí.

Si se quiere comprender qué es la nada se debe leer la primera parte del libro, esta parte se titula “El problema de la nada”. En esta parte del libro se explica que “la nada” no existe en el mundo, sino que es una producción de la cociencia.

La conciencia es, en efecto, nihilizadora, es decir, puede negar lo que es. En este sentido, debe ser caracterizada como libertad; una libertad que al ser absoluta experimenta la angustia ante la responsabilidad de ser el fundamento de todos sus actos.

Para huir de esta angustia, el ser para-sí puede intentar recuperar la tranquilidad gracias a la “mala fe”: cuando la conciencia miente sobre su realidad haciéndose cosa, como el homosexual que justifica sus tendencias por su pasado y rehusa asumir la responsabilidad de su homosexualidad.

La mala fe no es un proceso inconsciente, pues Sartre niega la hipótesis freudiana del inconsciente, argumentando que no se puede censurar aquello de lo que no se tiene conciencia. La mala fe consiste en mentirse a sí mismo sin romper la unidad de la conciencia.

El ser para-sí es carencia, cuya expresión inmediata es el deseo, relacionándose entonces con su ser como con un posible, sin poder llegar nunca a coincidir consigo mismo.

Hay que entender la existencia del otro a partir de la estructura ontológica del para-sí, que Sartre llama el para-otro, y que estudia en la tercera parte de El ser y la nada: Sólo puedo sentir vergüenza bajo la mirada de otro, y mientras escapo a su mirada no soy más que mis actos: es esa mirada la que me da una exterioridad y me confiere una naturaleza. No puedo tener conciencia de mí, en el sentido de una conciencia reflexiva, sino a través del prójimo. ¿Cuáles son entonces mis relaciones concretas con el otro?

Según Sartre, adoptan siempre, como bien lo vio Hegel, la forma de conflicto: existe una “dialéctica de las miradas” en la que soy mirado y “cosificado”, reducido a la esclavitud, al mismo tiempo que estoy mirando, aunque mis tentativas por apoderarme de la libertad del prójimo (amor, masoquismo, odio, sadismo) estén condenadas al fracaso.

La cuarta parte de la obra (“Tener, hacer y ser”) continúa el estudio de los modos del ser para-sí, que adoptan la forma de la posesión (del tener), de la transformación del mundo (del hacer) y del proyecto de ser.

La libertad de la conciencia no es abstracta: se traduce por un hacer, e incluso se confunde con él. No se es lo que no se hace. Hay que hacer para ser y ser para poder hacer.

La consecuencia de esta infinitud de mi libertad es que “estoy condenado a ser libre” y soy responsable no sólo de mí mismo sino del mundo. Pero ¿de qué proyecto es mi proyecto de ser?

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Shhhh. A escondiditas y en secreto, aprovechando que ahora todos están dormidos y nadie nos escucha, te haré una pequeña observación: en el sexto párrafo pusiste sastre en lugar de Sartre.
Luego ya me borras.

Por lo demás excelente.

Saludos.

Z.

Darina Silver dijo...

Hola Z:

Gracias por la corrección, en esta ocasión le echaré la culpa a Word... ¿Sabes que siempre me cambiaba la palabra? También cambia mi segundo apellido (Arganis) por Afganis...

P. D. Por cierto y hablando de nombres... ¿Tu primer nombre no será Mazinger, de casualidad?

Anónimo dijo...

Sólo escuché 'Mazinger' y un montón de recuerdos se vinieron a mi mente. Ja. Creo que ya estoy vieja, no me perdía la caricatura, pero no, estoy muy lejos de ser algo así.

Lo dejamos en Z.

Darina Silver dijo...

Ja, si...! Ya estamos viejas!

Esa caricatura me gustaba mucho.

Saludos Z.

michael dijo...

Me gustaria saber si tienes proyecto de ser. bueno volviendo al tema, posees un formidable manejo satriano y una excelente capacidad de redaccion. me gusto el manejo que tienes con respecto al tema, pero debes tener en cuenta que el sartre de la nausea es muy distinto del sartre de la critica de la razon dialectica, lo digo porque no hicistes claridad en eso. te felicito. att michael

Darina Silver dijo...

Michael:

Esa es una excelente pregunta... Creo que a�n me encuentro buscando mi proyecto.

Tienes raz�n, ahora que lo releo qued� un poco confusa esa parte.

Gracias por tus comentarios y bienvenido seas siempre que quieras pasar a visitar esta p�gina.

D.

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