Canicas, libélulas y otras nostalgias

De pequeña coleccionaba canicas. Aún las tengo por allí, arrumbadas, pero de pequeña eran de mis más preciados tesoros: las catalogaba por tamaños y formas; trataba de imaginar en que batalla se habrían hecho cada herida.

Una de las cosas por las cuales me gustaba la primavera era por las lluvias de primavera, porque los niños usaban el lodo para hacer trampas para canicas y, si se les llegaban a perder o a olvidar, eran canicas que podían formar parte de mi colección.

También armaba, en las losetas del baño de mi casa, una especie de juego de tablero, porque el mosaico tenía pequeñas hendiduras donde jugaba a conducir las canicas por caminos misteriosos: a veces se desviaban en los cruces...

Me acordaba de la colección por la primavera y porque estoy leyendo a Rosa Montero, "La loca de la casa", un ensayo sobre la imaginación, la locura y el proceso creativo. Montero es una escritora española que, según he concluído al leer sus novelas, está un poco loca, pero eso seguramente para ella es un halago, porque tanto en su narrativa como en este ensayo sobre el proceso creativo, tiene una buena impresión de la gente con problemas mentales.

En un momento de "La loca de la casa", Montero relata una visita que hizo a su casa de la infancia, donde los nuevos inquilinos le aseguraron que, por debajo del parquet, la loseta seguía allí, tal como ella la recordaba.

También habrá tenido que ver el que el viernes pasado mis padres entregaron las escrituras de la que fuera la casa en la que crecí a nuestra ex vecina, una mujer muy amable, michoacana, quien no ha podido mudarse porque la casera del que todavía es su hogar le ha pedido que se quede para evitar que el sitio permanezca vacío...

Así que allí está la casa, con su durazno intácto (me han dicho que van a construir en el jardín, así que desaparecerá, junto con los alcatraces que mi madre cultivaba, el banquito donde me sentaba a esperar a que llegara alguien cuando olvidaba las llaves... todo eso va a desaparecer).

También recuerdo que me tiraba en la cama a ver pasar el pedacito de nube que me tocaba en suerte, o alguna errática mariposa.

Igual y la nueva dueña hará desaparecer la loseta del baño, donde jugaba carreras de canicas...

Por alguna extraña razón hoy me encontré en la parada donde espero el pesero el cadáver de una libélula. Las libélulas son conocidas en inglés como "Dragonfly" y mirandola con atención si parece un pequeño dragón...

Montero también habla en su ensayo sobre los distintos tipos de escritores... los memoriosos y los amnésicos... las novelas mamífero y las novelas insécto...

Los que escriben con lujo de rebuscados detalles y los que tienen ligereza...

Pensé que, pesé a los muchos eventos de mi infancia que he construido, en realidad es la amnesia la que parece guiarme, a través de caminos de mosaico.

D.

4 comentarios:

Espaciolandesa dijo...

Ah... las canicas. También conducía canicas por las grietas en el piso.

Tenía una canica favorita. Era azul con una mancha blanca.

Recuerdo que le pedía a mi papá que se las quitara a las botellas de brandy.

Debe ser triste pensar que los lugares en los que pasaste tantos momentos desaparecerán.

Pero somos finitos y lo tenemos que aceptar.

Juan dijo...

no me acuerdo de lo que hice antier! =P

Ayax dijo...

Ese libro de Rosa Montero me pareció muy interesante. Me gustó mucho.

Saludos!

Darina Silver dijo...

Pequeña Saltamontes:

Ah! Si recuerdo esas botellas...

Eran bonitas.

Yo sólo recogía canicas que ya habían sido jugadas. Hasta la fecha no sé cuanto vale una bolsa de canicas.

Juan:

Eres un desmemoriado, eso no es malo.

Ayax:

¿Verdad que es bonito?

D.

Una mujer que caminaba sobre las vías

Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...