Canción de tumba: mienteme como mienten los boleros

En el evento cultural de Intercambios de libros entre twitteros, la persona que me iba a dar mi libro no llegó.

Así que la directiva del evento le pidió a Nereísima que me otorgara un libro. El que ella traía para regalar, pues.

Así fue como llegó a mis manos "Canción de tumba".

Julián Herbert hace una novela biográfica que relata fragmentos de su infancia, con fragmentos de la vida de su madre; usa un lenguaje directo y demoledor, que cuenta la enfermedad y muerte de su madre y la pesadilla de entrar y salir de un hospital.

¿Cómo se sobrevive a ese infierno, a esa desesperanza?

Cada quien va viviendo su naufragio personal con destellos de alegría que se presentan pocos, pero fulgorosos, como las sonrisas que nos arranca de vez en cuando Canción de tumba.

Guadalupe Chávez, la protagonista de la historia, una mujer que se dedicó a la prostitución para sacar adelante a sus hijos, era también una apasionada de los boleros. Entre las notas tristes y mentirosas de esas historias recorrió el país buscando amores, mejor suerte, un pedacito de cielo.

Julián Herbert machaca las teclas de la maquina desde el hospital. Narra, no sólo para matar las horas de espera junto a la mujer enferma de leucemia que tiene a un lado, narra, porque poco o más bien nada queda de la vida de herrancias y vagabundeos, de la pobreza y la riqueza de la vida de la gente si no hay quien lo cuente.

Es un relato lleno de fantasmas y de sombras, de oscuridades que punzan y paisajes tristes en lugares sórdidos que uno no quisiera pisar.

Pero al final se descorre alguna ventana, entra alguna brizna de aire, toca un poco el corazón el conocer a esta gente tan pérfida. Es sólo poner el dedo en la herida, para sentir que uno sigue vivo y aún tiene voz para cantar, aunque sea este un valle de muertos.

Que buena historia, caray, se me acaban las estrellitas para ponerle.

Menos mal que la escala no me dejará mentir. Cinco estrellitas.

D.

49

No recuerdo cuando fue que el concepto de belleza llegó a mi vida.

Recuerdo, sí, que en los cuentos de mi infancia había princesas "muy bellas y muy generosas" o cuya "belleza sólo se equiparaba con su bondad".

Pero nunca tuve una idea clara de como debían ser estas princesas, alejada como crecí de la televisión o las telenovelas; también en mi mundo abundaban los monstruos peludos, los animalitos que hablaban, las figuras geométricas en busca de aventuras...

Y el ideal de belleza rubio, de ojos azules, de piel blanca y complexión delgada no llegó hasta mucho después.

La secundaria, sin más, la viví sin aspiraciones de belleza. Había, cierto, chicas guapas que ya se pintaban los labios y se subían la falda. ¿Mi idea? Salir de la secundaria con diez de promedio, ser abanderada... Otras cosas. Quizá sí, robarle un beso a ese muchacho que me gustaba. Pero no, ser bella no era una aspiración.

Tampoco en la prepa me preocupé por alcanzar los ideales de belleza. Aunque varias veces me secuestraron compañeras bien intencionadas, preocupadas por lo que haría un labial, un delineador o una combinación de sombras... nunca tuve esa transformación radical que saca a las puberes convertidas en mujeres.

El comentario más halagador que le saqué a mi padre de mi transición de niña a adolescente fue "te ves muy espigada"

Mi madre, más directa, dijo: "No eres ninguna reina de belleza, pero tampoco eres un monstruo".

Ante la duda...Concentré mis esfuerzos y desvelos en ser lista. Así no había pierde. "Ah, que chica tan lista" "Que joven más inteligente",

Eso es más sencillo.

Pero en el mundo real te reclutan mirandote completa: entonces la imagen personal comenzó a ser tema de preocupación.

Aunque nunca he llegado a contar calorías, llegó un día en que si comencé a mirar la báscula y pensé... Si tan sólo pesara 49 kilos.

Resulta que 49 kilos es lo que me corresponde pesar según mi IMC, en relación a mi edad, estatura y género.

Estaba yo lejos de eso y siempre iba en la báscula entre los 55 y 53 kilogramos.

Pero este año, de manera determinada, lo logré. El fin de semana me armé de valor y me pesé. 49.

Pensé que me iba a sentir dichosa. Pero no. Sigo viendome al espejo casi igual, como si siempre quedaran aspiraciones: ahora quiero un abdomen más marcado, no me gustan mis brazos, me encuentro manchas que no había notado en la cara.

El famoso 49 no deja de ser un espejismo de un ideal de ser bella que las mujeres no alcanzamos. Aparentemente una cifra, un objetivo cumplido, nos haría felices.

Pero no, siempre podremos encontrar otra cosa por criticar, algo que "perfeccionar" y las empresas confían en que siga siendo así, porque van a llenar ese hueco en nuestra autoestima con fajas, masajes reductores, cremas aclarantes, dietas de la luna, milagros patentados.

Hoy quiero mirarme por la noche y percatarme de nuevo del lunar que me gusta en mi hombro. Del color de mis ojos, que me gusta; de los cuatro hoyuelos que se me forman en las mejillas; de lo brilloso que es mi cabello y lo lindo que crecen mis uñas.

Quiero darme tiempo de mirarme y sonreír.

D.

Maléfica: vivir sin alas

¿Puede el amor curar las heridas que nos deja la vida?

¿Somos capaces de permitirnos amar más allá de nuestras venganzas pendientes?

¿Reencontraremos en nosotros la fuerza perdida y tendremos la valentía de pedir perdón o arrepentirnos de alguna acción que haya hecho daño?

Me gustó esta versión de Maléfica, donde el énfasis estuvo puesto en una manera de amar que crece y se cuida con los años, no en  un resplandor divino que nos deslumbra y desaparece.

Ese amor que se demuestra día a día se ve fortalecido con pequeñas acciones y es también curativo. Viene desde lo mejor que hay en nosotros y alimentarlo es la forma de dejar atrás el pasado.

Si no tuvieron ocasión de ver Maléfica en el cine, pueden esperar a que salga en un sábado o domingo.

Acompáñelo con palomitas. Cuatro estrellas.

D.

El inventor de juegos

Apenas era martes.

Mis padres me llamaron después de un día que, por mucho, podría describirse en pocas palabras como "desalentador".

Y en un día desalentador casi cualquier cosa puede cambiar el panorama para bien, así que me dejé invitar al cine de 2x1.

Me animé además a invitar palomitas, pero nadie quiso...

Y nos dispusimos a ver "El inventor de juegos", una película argentina con financiamiento canadiense e italiano, que está hecho pensado en las grandes producciones y tiene algunos toques que recuerdan a Narnia, Harry Potter, Lemony Snicket y otras cintas por el estilo, de niños que viven emocionantes aventuras.

Iván Drago es un niño que viene de una familia escepcional, aunque poco sabe de ello porque su padre se alejó de su abuelo debido a diferencias de opinones... Pero el destino le hará saber que en su estirpe corre sangre de inventor: de inventor de juegos de mesa, más específicamente.

Así como hay quien tiene talento para un instrumento, otros para los deportes, Iván tenía una fascinación por los juegos de mesa, pero a su padre no le causaban simpatía. Tras ganar un concurso que vio en una revista, Iván gana un certamen en donde recibe una curiosa calcomanía de "tatuaje", de esas que se pegan con el agua.

Lo curioso es que después de colocarla nunca se borra: esa calcomanía será el primer suceso extraordinario entre una serie de aventuras que emprende Iván como parte de su trayecto para convertir su vida en el viaje (y el juego) más sorprendente.

Conoceremos después a su adorable abuelo que vive en Zyl; a su amiga invisible, Anunciación;  a Krebs, su enemigo en el colegio Possum y hasta a su doble en el parque de diversiones creado en su honor.

El inventor de juegos está basado en un libro escrito de Pablo de Santis. Se divide en tres partes: "El ganador del concurso", "Zyl" y "La Compañía de los Juegos profundos". Fue editado por primera vez por la Editorial Alfaguara, en la sección roja, literatura juvenil. (Y muero por leerlo)

La película, de Juan Pablo Buscarini cuenta una historia de principio a fin con bastante acierto y mejoró del todo mi tarde nublada. Cuatro estrellitas y una recomendación especial para verla con niños (no tan pequeños, por favor).

Deja un buen sabor de boca.

D.

Viajar a oscuras

La oscuridad puede ser metáfora de muchas cosas.

En la oscuridad nos conocemos, nos seducimos, nos encontramos, nos perdemos, nos asustamos.

La oscuridad nos envuelve, nos arropa, nos cobija, pero también nos devora, nos traga, nos asfixia.

Ayer viajé en un vagón a oscuras, en una de las líneas más profundas de la ciudad, la línea 7.

El experimento social se derivó del pésimo mantenimiento que tienen los vagones del Sistema de Transporte Colectivo, pese a los recientes aumentos en las tarifas. ¿Somos demasiados? ¿Y pese a ello no es posible reparar las lámparas dentro de los vagones.

Pensaba en lo peligroso que podría ser estar en ese vagón a horas pico. Yo iba cómodamente sentada y entre los reflejos del tunel podía entrever las sombras de mis compañeros de viaje. Todos parecían apáticos y desatentos a esa oscuridad que nos rodeaba.

A mi me parece inaceptable. ¿No incluso en los peseros se ha prohibido que circulen a oscuras?

En todo eso pensaba mientras mi respiración se iba haciendo más rápida y mi oído se agudizaba. ¿Qué era esa vibración a mi lado? ¿Era normal?

Últimamente se han reportado diversos incidentes en el transporte público: llantas incendiadas, túneles inundados, tramos completos que deben ser puestos bajo revisión de los expertos por excesivo desgaste.

Viajar a oscuras es no saber las condiciones del trayecto o si llegará uno a su destino.

D.

2do seguimiento a propósitos

Tan rápido como decir "Te amo", ya pasó la mitad del año, así que viene siendo tiempo de nuestro seguimiento a los propósitos de principio de año, que han tenido unos vuelcos interesantes.


1. Decorar el departamento

Tras una serie de eventos inesperados, ya no tendré departamento que decorar... Pero curiosamente hay alguna otra alternativa que parece interesante.

2. Iniciar (ahora sí) la maestría

Palomita

3. Enviar la novela al concurso.

Al final no envié la novela... ¡Pero gané un segundo lugar en un concurso de Haiku de la UDG! Ya recibí mis regalos, estoy contenta. Quizá eso me entusiasme para hacer algo mejor el próximo año.

4. Bajar los 3 kilos que me sobran. (Saludablemente, espero)

¡Hecho! Me siento muy bien.

5. Viajar con mis amigas.


A, me invitó a conocer su departamento nuevo el sábado. ¿Cuenta como viaje al interior de uno mismo y de regreso?

6. Aprender a tocar el acordeón

Después de llevarme tremendo chasco con el tutorial para acordeón (era de nivel intermedio) me queda buscar tutoriales en Youtube o de plano regresar al teclado, del que si tengo guías.

7. Comprar una bicicleta


Aún no hay planes de eso.

8. Mejorar mi nivel de inglés

Este año aún no realizo ninguna entrevista en inglés, pero llevo varias traducciones. Nadie se ha quejado.

9. Mantener las tarjetas de cliente frecuente que tengo.

Ayer perdí la ocasión de pagar mi café, pero casi siempre lo hago.

10. Cambiar de contador

Ya me di por vencida con esta.

11. Estrenar lentes

Listo

12. Comprar un seguro de gastos médicos.

¿No me dijeron que mayo era eterno?

D. 

Una mujer que caminaba sobre las vías

Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...