Autenticidad

Hoy, al regresar de un desayuno con mi amiga Mitzi, iba pensando en que son demasiado calurosas las bonitas botas de gamuza que me compré recientemente para completar mi look de Neo Hippie.

Me las puse porque, al tener la oportunidad de desayunar con Mitzi siempre intento demostrar lo bonito de vivir la vida bohemia, entre faldas de terciopelo y cabello con trencitas entreveradas.

Lo cierto es que entre semana de todas formas tengo que usar mis pantalones de vestir y mis blusas de cuatro botones.

Al mirar a la gente que iba en el metro, pensaba: ¿Cuantas de estas personas realmente son lo que aparentan ser con lo que visten, el modo que caminan, la manera en que miran?

A veces creo que pienso demasiado al estilo de lo que decía el personaje central de "El Diablo viste a la moda"

- Tú te vistes así para demostrar que eres más inteligente que el resto del mundo y hacerle creer al mundo que no te importa.

El problema surge, claro está, cuando además de importarte, la falda de terciopelo y las botas son "Que demasiado" para el metro en hora pico.

Es dificil ser auténtico. Es más dificil serlo cuando viajas en transporte público.

D.

Por los tejados

Mañana llevaré a operar a mi gato.

Lo van a esterilizar para que, a la larga, sea un gato más longevo y feliz.

Luego lo miro y lo miro y pienso que se perderá de algunos de los arrebatos pasionales más emocionantes, arrebatos como el que llevaron al gato anterior a la muerte.

Lo miro y lo miro, tratando de salir por la ventana para correr por sobre los tejados.

A veces creo que quiero hacerlo vivir cien años, vacunarlo contra el azar.

Esperar a que nunca lo despeine el vientecillo de la libertad...

Intento dejarle la puerta cerrada ahora que otro gato viene a invitarlo a recorrer los tejados: es un gato sin cola, que alguna vez fue atendido por mi hermana, que siempre ha vivido en las calles, con un maullido suave y convincente.

A veces quiero lanzarme por los tejados.

A veces quiero sólo protegerme.

A veces me quedo mirando hacia afuera, y pienso que, si nunca has conocido la libertad, no puedes extrañarla.

¿O sí?

Mañana llevaré a operar a mi gato.

D.

Miradas hacia el abismo

No le quise creer, cuando me dije, que había mirado hacia el abismo. "N + 1" me dijo.

Esa oscuridad insondeable, donde el alma ya no regresa.

No le quise creer, porque la feliz ignorancia es el sitio donde nos encontramos todos, un sitio donde nos refocilamos, en espera de que la oscuridad aquella no nos toque, no nos manche, no nos cubra como un chapopote terrible y pegajoso.

No le puedo ayudar en nada, porque cuando alguien mira al abismo se ve atraído por esa oscuridad de agujero negro.

Debe ser una ley de la antimateria.

Me han tomado de la mano y me enseñaron el brocal del pozo de los deseos, no sin antes advertirme:

- Ten cuidado con lo que deseas...

Finalmente, el pozo de los deseos, como todos los pozos, es un abismo.

¿Quieres ser feliz un día? Emborrachate.
¿Quieres ser feliz un par de días? Cásate.
¿Quieres ser feliz el resto de tus días? Cuida tu jardín.

Aprendí un par de cosas ayer.

Brindo por la feliz ignorancia. Brindo por mi jardín.

D.

No conocían el mar...

A veces la televisión nos da una percepción irreal de las cosas.

O quizá nuestros propios sueños son los que nos traicionan al querer ver las cosas como deseamos.

Y la realidad sólo está allí, para desencantarnos.

Lo pensaba... hace un momento lo pensaba.

Lo recordé por aquella envidia que despertaban en mí Abelardo y Eloísa, los pájaros de Portugal.

"No conocían el mar y les pareció más triste que en la tele..."

Yo no recuerdo, al igual que Mar, cuando conocí el mar.

Quizá uno no conoce las cosas cuando las ve por primera vez, sino cuando se percata de ellas.

Recuerdo claramente que, tras terminar una vuelta carretera, llegué (no por primera ni por segunda, ni suquiera por tercera vez) a ver el Golfo de México, en Veracruz.

No me pareció triste, debo decir...

Pero en muchas ocasiones me lo ha parecido.

Quizá el mar más triste de los que he visto es el de Veracruz en diciembre.

También es triste el mar de Málaga... quizá me lo imaginé separando a Europa de Africa y por eso me entristeció.

O quizá era porque lo vi en febrero y estaba neblinoso y lleno de añoranzas.

El mar Caribe me pareció casi un mar sonriente... aunque quizá la tele también tenga parte de la culpa. Eso de los piratas, las vacaciones en Cancun y los chicos de Springbreak...

Hay muchas cosas que en mis sueños son más felices que en la realidad...

Cuando ingresé al kinder mi mamá me dijo que allí tendríamos hora de la siesta: me imaginé unas literas pintadas en azul y rojo, con colchas amarillas (me gustaban los colores primarios) en donde podrías subirte a dormir tras escuchar un cuento.

La verdad las maestras nos enviaban a unas colchonetas como de gimnasia para librarse de nosotros en un juego que se llamaba "Quedense quietos una hora sin molestarme"

Yo nunca pude dormir en ese juego. Cerraba los ojos para pensar...

No creo haber pensado en el mar. Ese recuerdo de Veracruz del cual les hablo debe de haber sido de cuando tenía al menos 8 o 9 años.

Mis padres me llevaron al mar cuando tenía mes y medio.

Dicen que metí los pies al agua y sonreí.

No acordarme de eso ahora me da tristeza.

Quizá el mar siempre es más lindo en la tele.

D.

Instrucciones para hacerme llorar

Reuna usted los siguientes ingredientes:

Una película lacrimogena
Un reproductor de DVD´s con televisión
Una tarde fría
Un cuarto vacío
Una cama esponjosita
Una caja de pañuelos deshechables (opcional)

1. Coloqueme en posición vertical sobre la cama esponjosa, procurando que me encuentre cómoda y yo no sospeche nada sobre el asunto; omitir detalles de la trama es crucial.

2. Inserte la película lacrimógena en el reproductor de DVD y accione las teclas necesarias para que la película corra.

3. Permita que transcurran aproximadamente 120 minutos en el cuarto vacío, la tarde fría acelerará el proceso.

4. Poco antes de que termine la película verifique que mis ojitos ya estén todos acuosos, la caja de pañuelos únicamente tiene fines decorativos.

D.

Cambio de rumbo

Creo que el viernes toqué fondo. Justo cuando me disponía a llegar a casa para disfrutar de mi puente recibí una llamada de mi jefe para regañarme (en realidad no fue para otra cosa, sabía que no solucionaría nada en viernes por la noche, sólo lo hizo para reprenderme)

Y allí terminó todo.

Me dí cuenta de que me había equivocado al permanecer allí, donde ya no quiero estar.

Ahora necesito cambiar de rumbo, buscarme cosas nuevas, encontrar nuevos sueños, esperanzas, deseos, metas.

Allí se acabó mi tregua conmigo misma, mi paz asentada sobre tres palitos de bambú...

Allí se acabó, pero creo que es bueno.

Tiempo de tomar un giro de 120 grados... es decir, seguir hacia adelante, pero ya no más en línea recta... sino que ahora tengo que ir, a fuerza, para arriba.

D.

Por si aún lo piensas

...


Tenemos memoria,
tenemos amigos,
tenemos los trenes,
la risa, los bares,
tenemos la duda y la fe,
sumo y sigo,
tenemos moteles, garitos, altares.

Tenemos urgencias,
amores que matan,
tenemos silencio, tabaco,
razones,tenemos Venecia,
tenemos Manhattan,
tenemos cenizas de revoluciones.

Tenemos zapatos, orgullo, presente,
tenemos costumbres, pudores, jadeos,
tenemos la boca, tenemos los dientes,
saliva, cinismo, locura, deseo.

Tenemos el sexo y el rock y la droga,
los pies en el barrio, y el grito en el cielo,
tenemos Quintero, León y Quiroga,
y un bisnes pendiente con Pedro Botero.

Más de cien palabras,
más de cien motivos
para no cortarse de un tajo las venas,
más de cien pupilas donde vernos vivos,
más de cien mentiras que valen la pena.

Tenemos un as escondido en la manga,
tenemos nostalgia, piedad, insolencia,
monjas de Fellini, curas de Berlanga,
veneno, resaca, perfume, violencia.

Tenemos un techo con libros y besos,
tenemos el morbo, los celos, la sangre,
tenemos la niebla metida en los huesos,
tenemos el lujo de no tener hambre.

Tenemos talones de Aquiles sin fondos,
ropa de domingo, ninguna bandera,
nubes de verano, guerras de Macondo,
setas en noviembre, fiebre de primavera.

Glorietas, revistas, zaguanes, pistolas,
que importa, lo siento, hasta siempre,
te quiero,hinchas del atleti,
gángsters de Coppola,verónica
y cuarto de Curro Romero.

Tenemos el mal de la melancolía,
la sed y la rabia, el ruido y las nueces,
tenemos el agua y, dos veces al día,
el santo milagro del pan y los peces.

Tenemos lolitas, tenemos donjuanes;
Lennon y McCartney, Gardel y LePera;
tenemos horóscopos, Biblias, Coranes,
ramblas en la luna, vírgenes de cera.

Tenemos naufragios soñados en playas
de islotes son nombre ni ley ni rutina,
tenemos heridas, tenemos medallas,
laureles de gloria, coronas de espinas.

Tenemos caprichos, muñecas hinchables,
ángeles caídos, barquitos de vela,
pobre exquisitos, ricos miserables,
ratoncitos Pérez, dolores de muelas.

Tenemos proyectos que se marchitaron,
crímenes perfectos que no cometimos,
retratos de novias que nos olvidaron
y un alma en oferta que nunca vendimos.

Tenemos poetas, colgados, canallas,
Quijotes y Sanchos, Babel y Sodoma,
abuelos que siempre ganaban batallas,
caminos que nunca llevaban a Roma.

...

D.

Sin música

Como se supone que muy generosamente nos darán el día lunes (es una cosa muy curiosa, casi preferiría que no me lo dieran porque el trabajo se me acumulará un resto) mis compañeras decidieron que esta semana no habría música para concentrarse mejorrrrrr...

Pero para mí es muy feo trabajar sin música, lo único que escucho son mis deditos contra el teclado y la tos espontánea de alguno que pasa.

Y claro, las 16 entrevistas promedio en el área...

Pero yo trabajo mejor con música, como que siento que mis dedos teclean al son que me tocan...

Y creo que, pesé a que varios de mis compañeros comparten mi delirio melódico, como nos gustan géneros diferentes es complicado hacer que todos tecleen a un son.

El guardia me dijo que si estaba triste... y le tuve que decir que sí.

Es triste la vida sin música.

Liz trabaja con los audífonos puestos, pero me da la impresión de que siempre está en su mundo, así que no representa una opción para mí.

Creo que lo único que me queda es traer la música por dentro... y hacerle segunda a Marce cuando empiece a sacar su repertorio de José José.

D.

En el corazón del Micro

En el corazón del Micro vive el microbusero: fuerza, poder y alma de estos vehículos...

Del corazón del microbusero depende el decorado de ese vehículo que nos lleva a diario por las venas de la ciudad. (Venas y no arterias, porque están llenas de suciedad)

Además de sortear miles de várices, el microbusero pasa su vida en el Micro, así que va decorando su unidad de mil y un maneras imaginables, así que cada unidad es un micro cosmos en sí mismo.

Hay diferentes clases de microbuseros y, por tanto, diferentes clases de decoraciones para Microbus... Desde la sobriedad absoluta del tablero en blanco, hasta el colorido folclor del retrovisor con un par de dados y peluchito, que tan choteado fue...

Pero también los hay religiosos, devotos de toda clase de imagenes y santos, que van desde la clásica virgencita de Guadalupe hasta la santa muerte... de Malverde a San Judas Tadeo... Y los infaltables ángeles de la guardia, o la oración del conductor...

Me gustan, aunque me marean un poco, los microbuses que son unas discotecas andantes, con bolas de cristal estilo fiebre de sábado por la noche, luces neón (y el correspondiente gusano de colores al rededor de ellas) o luces violetas.

Están los tableros decorados con estampas de personajes de caricatura... Un Calvin malévolo orinando alguna esquina, una voluptuosa Jessica Rabit, un Bart Simpson con resortera... cualquier personaje que incite a la rebeldía es bueno.

Las leyendas en los cristales traseros de los microbuses son míticas: a veces rayan en la originalidad y otras son iconos dificiles de olvidar: "El hijo del pueblo", "Me ves y sufres", "El hijo desobediente", "Mamá soy paquito"

Hay toda clase de letreros y recordatorios (no de esos que piensan) en las Microbuses... "Niñas menores de 38B pagan pasaje aún sentadas en las piernas", "No tires basura no seas marrano...", "Si vas a comer pepitas tragate las cascaritas"

Los microbuseros que coleccionan cosas y hacen de sus vehículos unos museos ambulantes son muy de mi agrado: decoran a veces sus tableros con monedas de diez centavos, con corcholatas de colores o incluso con tazos de colecciones diferentes.

Hoy me subí a un microbus que tenía botiquín de emergencia y estampado en él tenía al personaje de Animanics, "La enfermera". (Famosa por ser la detonante de la frase muy útil... "Holaaaaaaa enfermeraaaaa")

Además de sufrir y/o padecer las decoraciones de los microbuses y los estados de los asientos de los mismos (desde imitación de terciopelo a simple plástico moldeado... desde vinil agujerado hasta forros estilo autobus de primera), también hay que chutarse la música del microbusero en turno.

Al respecto, puedo decir que he encontrado de todo: los que se dan de muy cultos, que van escuchando jazz, un bossanova sabrosito o vienen escuchando Radio UNAM y Opus...

Hasta claro, los reguettoneros rudisimos, el reaggue más adormecedor (generalmente acompañado con la decoración rastafari del caso y adornitos de mariguana en las puertas).

Los hay salseros y cumbiancheros; los hay que escuchan las noticias y son hasta vigías al volante y le llaman al señor Zabludowsky para pasarle las novedades del camino... Los hay que se ponen tristes y escuchan boleros, la hora de Luis Miguel, Los Terricolas...

Los internacionalistas ponen puras rolitas de The Beatles, The Doors, The Carpenters...

Hay unos medio fresas que hasta ponen a Belanova. Je.

Una vez encontré un microbusero que puso la versión salsera de Medias Negras, de Joaquín Sabina, y fui muy feliz.

Cuando uno va muy feliz en el micro, suele decirle al conductor al bajar... "Muchas gracias"

No sabe a veces uno que agradece, al fin y al cabo es un servicio... a veces creo que el agradecimiento no es para el microbusero, sino para la fuerza todopoderosa que te permite salir viva del corazón del Micro.

Otras veces si le das las gracias al microbusero: por la música, por la decoración, por el viaje que es estar vivo.

Y a veces (sólo a veces) el Microbusero te responde: "De nada, que tenga un buen día".

Y para mí, así empieza un buen día.

D.

El club de la serpiente

Mientras leo Rayuela, al escuchar las conversaciones del Club de la Serpiente, no puede darme más que una nostalgia inconmesurable: no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió...

No puedo medirme con la Maga porque nunca he sido esa chica adorable que dice las más geniales estupideces, ni fui violada, ni tengo ese valor para tomar un pasaje de tercera y viajar a París...

Siempre me he sentido una outsider, observadora, mosca en la ventana, tan alejada de todo eso...
Y no he tenido más que mezquindad para esos grupos que desarrollan sus propios lenguajes secretos, códigos infranqueables, momentos embarazosos en los que sorprendo una sonrisa cómplice y me siento tan alejada de toda convivencia humana.

Esta misantropía que me surge espontánea en todos los poros del cuerpo, que me hace alejarme de los caminos transitados y mascullar disculpas entre dientes, confiada solo a una sonrisa tímida que se deslice bajo la puerta: "no, luego", murmuro ante el vendedor, ante el extraño que me tiende una paleta, ante la anciana que tiende su mano hacia mí...

Luego, siempre luego, como cuando empezaré a vivir... Luego, luego, cuando ya no sea más que la piel seca de la serpiente...

Luego, luego, cuando las escamas se tiendan al viento y mi vientre ya no tenga ulular, ni mi cascabel siseo...

Mi cuerpo es una uva pasa, que a veces entra a hervir en agua y se desarruga, pero ya no es tan dulce como era antes... temo haber perdido la frescura por concentrarme en este teatro de sombras que es ahora mi vida.

Si después de un tiempo me encuentran y aún tengo colores en el cabello, si aún ven algo revoloteando en mis ojos, quizá aún pueda ser una mujer serpiente...

Pero si no, podrán buscar leer a quien tenga algo de verdor en la panza, como una de esas bellas serpientes arbóreas... (Oh, sí nena, amo el dulce ulular de una serpiente hembra)

Ulular es un verbo bonito.

D.

Como un dolor de muelas

Don Sabina:

Yo sé que le parecerá extraño que le escriba, pero resulta que me duele la muela y, según acabo de leer, usted camina ahora por estas tierras que, mientras no acaben por venderlas también, siguen siendo mexicanas. Entonces pensé yo que, aprovechando que me duele la muela y que usted camina ahora bajo estos cielos, pudiera yo escribirle y saludarlo e invitarlo a echarse un "palomazo" con el Sup (a larga distancia, se entiende).

¿Qué dice usted? ¿Cómo? ¿Que qué tiene que ver el dolor de muelas con el "palomazo"? Bueno, tiene usted razón, debo explicarle entonces la muy extraña relación entre el dolor de muelas, el que usted camine por estas tierras, la larga distancia y una muchacha.

No, no se sorprenda usted de que ahora haya aparecido una muchacha. Siempre aparece una, vos lo sabés Sabina.Bien, resulta que cuando yo pasaba por esa etapa difícil en que uno descubre que ya no es más un niño y tampoco alcanza a ser un hombre (esa etapa, vos lo sabés Sabina, en que las féminas se transmutan de molestas a interesantes y hay que ver la de problemas que esto provoca), conocí a un viejo que, sin que se lo pidiera, decidió que tenía que darme un consejo sobre esos seres incomprensibles pero tan amables que eran, y son, las mujeres.

"Mira muchacho "me dijo", la vida de un hombre no es más que la búsqueda de una mujer. Fijate que digo `una mujer y no `cualquier mujer. Y por `una mujer, muchacho, me estoy refiriendo a una de `única. El problema está en que el hombre siempre queda con la duda de si la mujer que encontró, si es que encuentra alguna, es esa `una mujer que estaba buscando. Yo ya estoy viejo y he descubierto una fórmula infalible para saber si la mujer que uno encontró es la `una mujer que estaba uno buscando..." (...) El viejo carraspeó y me confió: "Si tu le dices a una mujer que te duele una muela y ella, en lugar de mandarte al dentista o darte un analgésico, te abraza y deja que recuestes la mejilla en sus pechos, entonces, muchacho, esa mujer es la `una mujer que andabas buscando...".

Yo me quedé perplejo, pero como quiera tomé nota de la fórmula. A mí nunca se me había ocurrido que debía pasarme la vida buscando una mujer (...). A mí se me ocurrían cosas más concretas y factibles, como ser bombero, conquistar el mundo o construir un avión que se controlara solo con el pensamiento.

Respecto a las mujeres, yo me tenía en muy alta estima y estaba más propenso a que esa "una mujer" me encontrara a mí, que a buscarla yo.(...) A mí ni se me ocurrió que la fórmula estuviera mal. Así que achaqué mis primeros fracasos a la falta de autenticidad en mi dolor de muelas. Con clips y palillos, después de una paciente labor de meses, logré picarme dos muelas con tanto éxito que tuve que acompañar la estrategia con una fuerte dosis de antibióticos.

Repetí la fórmula, ahora con la confianza de saberme auténtico, y los resultados siguieron siendo magros. Así hubiera seguido adelante, acabando con mis muelas, si no es porque, ya adolescente, encontré a otro viejo que, cruel, me dijo: "Tu problema está en la cara. Más bien en tu nariz. A los feos, las muchachas no les hacen caso, a menos que sean cantantes".

"¿Cantantes?" Bueno, esta nueva fórmula les daría reposo a mis muelas (que por lo demás ya estaban definitivamente destrozadas)... Claro que el problema entonces era saber qué se necesitaba para ser cantante (...). Después, escuchando canciones, me di cuenta de que el problema era mayor, ya que una cosa era ser "cantante" y otra más difícil era ser "cantautor" o "canta-autor" (vos lo sabés Sabina).

Entonces hice trampa, es decir, escribí algunos poemas (o como se llamara lo que escribía) y dejaba siempre pendiente la música.(...)Resulta que (vos lo sabés, Sabina) hay ahora una muchacha que está demasiado lejos y entonces pensé que usted, Don Sabina, podría echarme una mano y una tonadita (mire que no es lo mismo pero pudiera ser igual).

Y usted podría echarme una mano si me permitiera tutearlo y, cómplice como ha sido antes sin saberlo, fingiera usted que nos conocemos desde hace mucho tiempo y que, por tanto, es perfectamente natural que usted reciba una carta del Sup redactada en los siguientes términos: "Sabina (sí, ya sé que te desconcierta este inicial e irreverente tuteo, pero tú compórtate como si tal cosa): He trabajado arduamente en los últimos días en la letra que me encargaste para tu nueva canción (~­Vamos, quita ya esa cara de espanto! Ya sé que no me has encargado ninguna letra para ninguna canción, pero sígueme la corriente para despistar al enemigo) pero ha sido inútil. No me sale nada original.

Así las cosas, busqué en el cofre del pirata y solo encontré un viejo y mohoso poema, que no es tan viejo y tal vez ni a poema llegue, que te puede servir si le das un poco de aliño. Es ideal para ponerle música y escalar con velocidad el "hit parade" internacional (no me preguntes si para arriba o para abajo), pero tú ya sabes que a nosotros los artistas (sigue fingiendo demencia, no denotes la menor sorpresa) no nos importa la fama (bueno, no mucho).

En este caso particular, a mí solo me interesa una muchacha que está demasiado lejos para que pueda yo musitarle al oído este poema y arrancarle así, vos lo sabés Sabina, una sonrisa o una lágrima (...). El poema dice, más o menos, así: "Como si llegaran a buen puerto/ mis ansias,/ como si hubiera donde/ hacerse fuerte,/ como si hubiera por fin/ destino para mis pasos,/ como si encontrara/ mi verdad primera,/ como traerse al hoy/ cada mañana,/ como un suspiro/ profundo y quedo,/ como un dolor de muelas/ aliviado,/ como lo imposible/ por fin hecho,/ como si alguien/ de veras me quisiera,/ como si, al fin,/ un buen poema me saliera./ Llegar a ti."

La tonadita puede ir más o menos así: tara-tarara-tararira-etcétera, vos lo sabés Sabina. El título de la canción podría ser "Canción para una muchacha que está demasiado lejos", o "Un dolor de muelas para ella", o "Un dolor de muelas, Sabina, la larga distancia, una muchacha y el Sup".

En fin, ya se te ocurrirá algo. El crédito puede ser "Letra: el Sup. Música: Joaquín Sabina", o "Letra y música: Joaquín Sabina (a petición del Sup)" o como quieras.

Vale. Salud y ojalá ella entienda.El Sup." Esa podría ser la carta que usted recibiera y aceptara, Don Sabina.Y todo esto viene a cuento porque estaba yo solo, con mi dolor de muela y leyendo que usted camina por estas tierras.

Entonces pensaba yo que usted, tal vez, estaría de buen humor y magnánimo y que podría contarle yo la historia de los dolores de muelas, mi frustrada carrera como cantautor y una muchacha que está demasiado lejos (...).Vale. Salud y ya sabe usted, si le sobran por ahí un analgésico o una tonadita, no dude en mandármelos.

Ambas cosas se agradecen en este asfixiado pecho que le escribe...

Desde las montañas del sureste mexicano.

México, octubre de 1996

Subcomandante Insurgente Marcos.

Flores podridas


Mis padres compraron un enorme ramo de flores naranjas. Se las vendieron al irrisorio precio de $40.00.
Al abrir el mazo, me percaté de un olor dulzón, un tufillo conocido, como de humedad...
Una gran parte de las flores estaba podrida y enmohecida, así que fue a parar sin dilatación al bote de la basura.
Pasé cerca de media hora separando la paja del grano, o como en este caso, lo podrido de lo sano....
Quedaron seis mazos saludables y naranjas, además de una guía grande de flores.
Esta ofrenda la puse casi toda yo solita, así que creo que es de las más bonitas que hemos puesto en la vida.
Cada año ponemos ofrenda, pero nunca queda un testimonio de ellas. Cada año, mi papá, mi mamá, mi hermana y yo nos dedicamos a cortar papel picado y este ha ido creciendo... al principio era solo una pequeña mesita y ahora abarca todo el trastero de madera del comedor...
Alguna vez llegamos a hacer calaveras de papel periódico, unas veces ha tenido hasta papitas fritas y otras veces mole o dulce de calabaza.
Este año tuvo más dulces que nunca, incluso compré unas calaveras de cocada que se ven muy antojables...
Esta noche, que vengan los muertos ya no encontrarán flores podridas, más que las que puse en el jardín, para que se reincorporaran a la tierra.
Polvo son y en polvo se convertirán.
D.

Una mujer que caminaba sobre las vías

Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...