Una estación con niebla

Para Nezumi.

Tu nombre es una estación con niebla.

Un tren con mi nombre llega y no sabe dónde detenerse.

Una estación con niebla que me desconcierta y parece surgir de en medio de la nada, de enmedio de la noche, de en medio de la oscuridad de las cosas sencillas.

Me causa desazón y entusiasmo.

El abrigo de la esperanza y la certeza de lo incomprensible: pues siempre rodeada de humedad, misterio, espanto.

Tu nombre es una estación con niebla, dónde no sé que esperar, ni si haré lo correcto al llegar o perderé alguna pieza en el intento de ser la más correcta, ni la más exacta para tu medida de las cosas.

Tengo miedo de mi diminuta imperfección. De mi ridícula condición de viajera.

Destinada a estar siempre en movimiento, a la constante impaciencia del silbido llamandome a otra parte.

D.

Miedos

Cuando era niña tenía miedo a tres cosas; quizá porque sabía que era lo que podía apoderarse de mi mente, me daban tanto miedo que deliberadamente me alejé de esas tres actividades.

Ahora, en un ejercicio de autoconciencia y retrospectiva... creo que he sucumbido a los encantos de lo que temía.

Y es que es tal nuestra mente que lo que tememos en muchas ocasiones lo que nos atrae. Esta contradicción de repulsión y deseo forma parte de nuestras vidas de manera constante.


D.

Más vale que no tengas que elegir entre el olvido y la memoria

Este fin de semana fue raro. En un momento pensé que estaría lleno de olvido, pero se fue llenando de memorias.

A veces quisiera que la lluvia me lavara los recuerdos, pero se me van acumulando como hollín en las chimeneas, como mugre bajo las uñas o como grasa en las caderas, lenta, perniciosa.

Cada vez más sangre seca sobre la piel, formando un óxido que se vuelve negro, que no sale con nada, que se ve bajo la luz azul de los policías y se detecta en la noche, brillando.

Así, mi piel en la noche se reinventa: para tu nombre. Afuera suena el viento, los pájaros, el temporal. La noche está llena de voces y gritos. Mi miedo se ahoga en una salada lluvia de sudores y así ha sido muerto el recuerdo de otros nombres, como si fuera la noche el mortero y esta sal se redujera al polvo que adereza mis piernas, mi boca, mi ombligo.

Viene el olvido a beber agua salada, como si de un ciego se tratara, bebiendo lo que le envenena.

Este olvido que se sacia del deseo muerto, de la nueva sed que se escurre por mi vientre.

¿Por qué nos toca elegir entre el olvido y la memoria?

¿Dónde está el bien y dónde está el mal?

D.

Sirena

Odiaba pedir permiso.

Y odiaba más pedir perdón.

Pero lo que odiaba, más que todo, era no tener quien le dijera "Me gustaría morir después de que me besas, para morir feliz"

Y es que no podía evitarlo.

Ese cardumen de besos se le había escapado entre las manos, sin poder retener ninguno, con la memoria del color de las paredes del cuarto que sostuvo en vilo el último beso que se dieron.

Pero nunca había aprendido a pedir permiso.

Y tampoco había aprendido a pedir perdón.

Porque prefirió dejarlo libre antes que verse navegando a su lado, de mostrarse como un delfín rodeando su proa...

Quizá no estaba para nadar al lado de nadie, tal vez era más una piedra que un animal marino.

En la playa, ante la sal de su cuerpo secándose, pensaba en su imposibilidad para pedir permiso.

En su negación para pedir perdón.

Quizá sólo era una criatura maldita, esperando el naufragio para saciarse de carne humana y luego volver a la soledad de una cueva.

¿Quién podría decirlo?

Tomó una bocanada de aire y se hundió en el agua, sin pedir perdón, sin pedir permiso. Tan sola como la primera vez.

D.

Enjambre: presentación del disco Daltónico

En el radio gané uno boleto para acudir a la presentación del disco "Daltónico" del grupo mexicano Enjambre... esta es la historia.

El teatro Metropolitan estaba lleno: el foro tiene una capacidad de 3 mil personas, así que me impresionó bastante la convocatoria de este grupo.La audiencia, casi por completo jóvenes de entre 15 y 25 años, se mostraban impacientes y emocionados. Algunos incluso acudieron con sus padres, en lo que parecía ser de sus primeras experiencias en conciertos.

La banda telonera fue Torreblanca, un grupo genial que en lo personal me encanta, quien tocó "Dejé de seryo", "Nunca acabo lo que empiezo" (graaaan rola, busquenla), Barba azul,"Defensa" (también muy buena) y "Lobo" (mi favorita de Torreblanca, hasta el momento).

Cerca de las nueve de la noche apareció Enjambre y desde entonces nadie quiso sentarse (yo creo que ya estoy viejita, porque añoraba que tocaran alguba baladita para sentarme un rato). Luis Humberto Navejas, el vocalista de Enjambre, saludó a la concurrencia y agradeció a todos por estar allí, en la primera presentación que hace el grupo en el Teatro Metropolitan. Debo decir que también era mi primera vez en el teatro y me emocionó el decorado y las grandes esculturas a los costados del escenario, los pesados cortinajes y la arquitectura del lugar.

Entre las canciones más emocionantes del concierto estuvieron "Dulce soledad" "Enemigo", que fueron de las rolas más coreadas. Humberto Navejas le dedicó "La duda" a su familia, que se encontraba en el teatro  y más tarde dedicó "Impacto" a su pequeña hija. Otro momento super emocionante fue el cover de "Estás dormida", que tocaron con Alejandro Marcovich, guitarrista del grupo Caifanes.

La última rola de la noche fue la maravillosa "Visita", pero ante el ya recurrente grito de "Otra, otra", regresaron para tocar "Amenaza".

Para quienes no los conozcan, les dejo este, que es el video oficial de "Visita".





D.

Texcoco: desayuno de sábado en el café de Santa Bertha

La ciudad de Texcoco emerge ante mí como un kiosko, un recorrido largo entre los recuerdos de la infancia para llegar a comer una nieve. También sé que el olor de flores con el que asocio a esta ciudad se debe a que, de camino a Texcoco está el cementerio dónde están enterrados mis abuelos paternos.



Esta vez no habíamos acudido al cementerio. Fuimos a comer a un restaurante de Texcoco, el café de Santa Bertha, un pintoresco restaurante que mis papás adoran por sus sillas de colores y decorado típico.

Allí, al calor de una bufette de cazuelas de guisados festejamos tardíamente mi cumpleaños, después de una serie de eventos que nos hizo postergar la salida casi un mes.

Texcoco es una ciudad muy comercial, además de estar convertida casi en ciudad dormitorio, pues muchas personas que trabajan en la ciudad viajan diariamente desde allí.

Sin embargo, ya sea para liberar el estrés o por auténtica vocación artística (no en balde de allí es el gran poeta Nezahualcoyotl)




Amo el canto del Tzentzontle,
pájaro de cuatrocientas voces,
amo el color del jade y
el enervante perfume de las flores,
pero amo más a mi hermano, el hombre.




Al salir del restaurante, fuimos a la casa de la cultura, que está a unos pasos del centro de Texcoco, un edificio con el clásico patio central, alrededor del cual venden artesanías y exponen algunos de los objetos que se realizan en los muchos cursos que tiene el lugar.




La casa de la cultura está decorada en la ya conocida tradición muralista de México, con escenas que exaltan  la historia patria; tras el breve recorrido fuimos a realizar unas compras (abundan los textiles y la ropa es relativamente barata).

Texcoco es un bonito paseo dominical en el oriente del Estado de México, se los recomiendo.

D.

8 minutos antes de morir

Algunas películas te decepcionan; otras cumplen tus expectativas... y algunas (pocas) las superan.

Este fue el caso de 8 minutos antes de morir, una película a la que llegamos por la afición de mi madre por el género de la Ciencia Ficción.

En ella, el capitán Colter Stevens, interpretado por Jake Gyllenhaal, despierta en el cuerpo de un desconocido, desorientado y con la misión de encontrar al responsable de un atentado terrorista en el tren en el que viaja.

Durante la cinta, nos enteramos de que Stevens es parte de un proyecto para reconstruir los últimos 8 minutos antes de la muerte de los testigos de un accidente; sin embargo, un secreto que le es ocultado a Stevens nos lleva a conocer más de su historia y nos envuelve en un dilema moral relacionado con su misión.

Algo que me gustó mucho de "8 minutos antes de morir" es que, a pesar de no profundizar en los dilemas del caso, si deja la puerta abierta a pensar en que cada decisión que tomamos puede ser importante y crea un mundo distinto; cada segundo cuenta y habría que aprovecharlos, hacer que valgan la pena.

Si tienen ocasión de verla este fin, espero la disfruten. 4 estrellas

Cinismo de nuestros tiempos

Hoy me vi para comer con un amigo y platicamos de cinismo postmoderno; ya no se trata sólo de una objetivodad simple, sino de una auténtica actitud de valemadrismo que permea todas las capas sociales de nuestro entorno.

"Así son las cosas, así van a ser, de nada sirve que hagamos algo"

Mi amigo y yo recordamos nuestros valiosos ideales, en comparación con los de su novia, mucho más jóvenes y envejecimos un par de décadas hablando de "lo jóven que es" y de que "se desengañaría" tras participar directamente con algunos movimientos sociales en los que "estuvimos alguna vez".

¿A que se debe tanta amargura anticipada?

Este cinismo de nuestros tiempos, que en lugar de participar, nos hemos dado por vencidos antes de tiempo.

D.

Kung Fu Panda 2: voy a buscar la paz interior

Aunque he ido a ver varias películas este fin de semana quería contarles de Kung Fu Panda 2 por diversas razones: la principal, es que me conmueve el tema de padres - hijos.

Esta vez Poo comienza su travesía con un descubrimiento familiar impactante sobre su origen; además de sufrir una fuerte crisis, que sólo puede ser superada con ayuda de sus amigos.

¿Cual es el camino a la paz interior?

Cada uno de nosotros desarrolla sus propios caminos y aunque existen toda clase de libros y filosofías que hablan del tema, en esta película nos invitan a encontrar nuestro propio rumbo y recordar nuestras raíces para encontrarnos.

Me encantó la cinta y me hizo acordarme de esta rola...


4 estrellitas.

Notas para el Manual de Competencias en Comunicaciòn...

Hace tiempo platicaba con la señorita Y. sobre la necesidad de comunicarse efectivamente con los demás. Basados en malos entendidos he visto morir relaciones tanto de amistad como romanticas. Y todo por fallas en la comunicaciòn.

Comenzamos a tomar notas para el Manual de Competencias en Comunicación y hoy que hacía limpieza en mi maquina encontré algunas de ellas.

Sin ganas de continuar la tarea, releì varias veces las frases y me pareció que había que compartirlas. Allá van, entonces...

1. Si vas a decir lo que quieres, también vas a escuchar lo que no quieres.
2. Si no quieres saber algo, no preguntes.
3. Hablo porque conozco mis necesidades, dudo porque no conozco las tuyas.
4. Mis palabras vienen de mi experiencia de vida. Tu entendimiento viene de la tuya.
5. Lo que yo digo, y lo que tú oyes, puede no ser lo mismo. Por lo que si tu escuchas cuidadosamente, no sólo con tus oídos, sino también con tus ojos y tu corazón, puede ser que logremos comunicarnos.

D.

X men First Class: azul

Como seguro hay como mil ocho mil reseñas de X men Firts Class (que a mi gusto es una de las mejores de la serie) me ahorraré contarles detalles de ella... pero quisiera hablarles del personaje de Mystique, que siempre ha sido de mis favoritos, desde que descubrí el comic.

Para mi, el personaje de Mystique es maravilloso por la posibilidad que tiene de adoptar la forma de quien desee, con lo cual se adapta a cualquier medio y tiene acceso a todos los poderes y habilidades de quien desee.

Además, su imagen de mutante me parece maravillosa: la desnudez de su cuerpo está decorada con unas escamas semejantes a las de un camaleón con un color azul rey brillante, con un cabello cobrizo, tirando al rojo.

Aunque siempre me intrigó el personaje, ahora que vi X men Firtst Class no pude más que sentirme identificada con esa eterna inconformidad con la imagen personal, que me ha acompañado toda la vida.

Raven, antes de tomar el nombre de Mystique, se revuelve entre la necesidad de ser ella misma y la de transformarse para ser aceptada, de encajar y ser "normal"; metáfora perfecta de cualquiera de nosotros, que inventamos la normalidad como aspiración, aunque ninguno de nosotros cumpla todos los requisitos para serlo.

Mystique resume la inconformidad adolescente y la decisión de ser ella misma, que es tomada casi al final de la película da lugar a pensar que, una vez decidiendo que seguirás tu camino, ya nada, ni las divisiones entre bien y mal pueden detenerte.

D.

"Wasabi" de Alan Pauls

Tengo una teoría personal sobre la génesis de Wasabi, de Alan Pauls (este de aquí al lado es Alan Pauls, se los traje a las féminas para que baben a gusto sobre su teclado y a los hombres para que sepan que mirada poner para ser absolutamente cautivadores).                                                                                           Yo creo que el muy inteligente de Alan Pauls se enamoró de las palabras "Kandinsky" y "Wasabi" y se puso de manera aleatoria la meta de lograr una novela con estos dos conceptos, girando sobre el hilo conductor de un escritor argentino con un desorden de sueño (narcolepsia, que le llaman, esa peculiaridad que consiste en quedarse dormido durante la vigilia sin tener control de ello) 
De  allí nació Wasabi.

Claro, yo que voy a saber, si no conozco a Alan Pauls, probablemente nunca lo conoceré y si lo conozco me lleva demasiados años como para proponerle un romance fugaz... pero Wasabi es una novela extremadamente rara, lo suficiente como para que haya pensado dos veces antes de escribir esta reseña.

Dicen los críticos literarios que narra el proceso de crecimiento de un hombre. Yo digo que es una travesía, en efecto, pero no sé si al terminarla de leer el personaje era más grande o más sabio.

Del mismo modo que un cuadro de Kandinsky, tras verlo atentamente no necesariamente tiene pies o cabeza: te ha causado una sensación que puede ser de agrado, horror, espanto, asombro.

No es posible quedarse impávido ante ese despliegue técnico de recursos, pero tampoco se está seguro de que se entienda muy bien todo.

Te atrapa el rojo, una metáfora, una escena, un veloz montaje de persecuciones, un trazo a media noche que es equivalente a la cola de un gato o un vestido a cuadros que no sobrevivirá a los caprichos de la moda. Te atrapa la efímera descripción de lo que es el amor, pero aún así es algo imposible de alcanzar, difícil de describir.

Wasabi gira alrededor de un espolón que va creciendo en el protagonista, de su experimentación con la pomada que le envían que le causa alucinaciones, de su proyecto de viajar para cometer un asesinato, de su relación con su novia Tella y sobre todo, de su visión del mundo, siempre sobrepuesta a las cosas que lo rodean, como un manto de colores brillantes, que transforman todo a su paso.

Y es que nuestra mirada adereza cada bocado que le damos a la vida, le da un picor único y excitante. Así como estampas que vamos hilando en una colcha de retazos, Alan Pauls experimenta, como un niño que juega con retazos de historias y va uniéndolas hasta un final que puede quedar como el desgarrón en el alma, escociendo en la lengua. 

La recomiendo sólo si no están bajo supervisión médica, pueden llegar a creer que alucinan... Tres estrellitas. 

D.

Volver a casa

Quisiera volver a casa, pero a ese lugar que habita mi alma, donde crece la hierba y canta un grillo. Yo que sé si es un lugar real o lo estoy inventando; sólo sé que es un lugar que extraño.

A veces se puede extrañar hasta el espacio donde habitó el alma, pero ahora está destruìdo. ¿Viene la noche para contar sus secretos cuando no estoy en casa?

He incendiado la noche para ver el camino de regreso a casa, pero me confunde el humo y el crepitar de las llamas. He tratado de convertir tus manos en palomas rojas que escapen mostrandome un camino, pero creo que se han ido volando hacia el cielo y se han convertido en estrellas.

He intentado por tantos medios volver a casa: soplando dientes de león para que me lleven colgando, del viento; apretando desde el final la pasta de dientes para que su camino rayado me guíe.

Voy brincando en ladrillos amarillos en busca de esa señal blanca, roja, verde que me diga "a casa".

Y ya casi empiezo a buscar en los manuales de medicina, con el objetivo de saber si no es tu corazón mi hogar.

D.

Bicolor

Alguna vez me han dicho que tengo más historias que contar que una persona promedio de mi edad: a veces lo creo y a veces lo pongo en duda.

Lo cierto es que mis historias pocas veces involucran borracheras épicas (como las de muchos colegas), pero tampoco puede uno etiquetar las cosas como si fuera todo blanco y negro.

Me acordaba de eso el día de ayer, en que buscando en mi memoria un abogado recordé a "Bicolor", un chico que conocí en el metro.

Bicolor comenzó por preguntarme mis gustos musicales y me hizo la plática mientras yo intentaba llegar a casa después de uno de esos días que uno sólo puede calificar de "muy largos".

Me dejé convencer por sus ojos que decían "No te vayas" y nos quedamos largo rato platicando debajo de un farol del alumbrado público. Luego, no sé por qué, le di mi número correcto.

Y llamó. Y me pidió una cita. Y salimos. Y por alguna razón ese día iba a ir a comprar zapatos y al final fui a la carrera, escogí unos muy grandes y otros muy pequeños y regresé a casa.

Nunca lo volví a ver, aunque por otro lado pienso que estuvo bien... se puede uno hacer muy adicta a los bailes de blanco y negro.

D.

¿Se nos disuelve la memoria en el tiempo?

Cuando llegó a mi correo ese mensaje con tu nombre me soprendí. ¿Me escribías? ¿Me escribías después de la forma en que te alejaste, sin explicaciones, sin palabras, sin disculpas de por medio?

Luego me di cuenta de que era uno de esos mensajes masivos, destinados a publicitar tu trabajo como músico; abrí con cautela el enlace y escuché de nuevo tu voz, tu guitarra sonó y recordé...

Recordé tus conspiraciones y la forma en que intentaba seguirle el rumbo a tus pensamientos.

¿Se nos disuelve la memoria con el tiempo? ¿O sólo los bordes que cubrían una que otra complacencia, una que otra complicidad?

Aquello que me evitaba mirarte a los ojos murmurando "estás loco?", se ha perdido... Y quizá eso fue lo que pasó, que me ha faltado la honestidad de mirarte y decirtelo.

Me entretuve mientras tanto en pláticas de cerveza y bares de cielos abiertos, mirando las estrellas sobre el cielo y en platicas donde Silvio cantaba alguna canción de nuestras revueltas pendientes.

¿Qué mundo has revolucionado desde entonces? ¿En qué cadera encalla tu guitarra, cuando descansa? Fueron noches largas, casi interminables y el sonido de un fantasma custodiando la puerta. Mil calles con nombre de trenes vienen ululando tu nombre y en la calle de enfrente rueda una botella de cerveza vacía que han dejado tus vecinos.

¿Cómo voy a sacarme esa canción de la mente ahora? ¿Cómo disolver la arena de tu playa de mis resquicios salados?

No sé si se disolverá la memoria en el tiempo, no sé nada, sólo sé que la guitarra está en silencio, colgada en un clavo herrumbroso.

D.

La historia de Filiberto

No sé de dónde venía Filiberto, pero yo me lo encontré en la parada del metrobus.

Filiberto se había sentido seducido por la bata blanca de una mujer que, de acuerdo al estampado de su bata es podóloga o trabaja en una clínica de podología.

Ya había visto antes a esta mujer en particular, pero nunca había visto a nadie como Filiberto y aunque quise tomarle una foto, la verdad creo que desaproveché el momento.

Espero poder describir a Filiberto, aunque la verdad creo que su belleza me dejó impactada y no podría hacerlo bien...

Sus pequeños ojitos amarillos parecían hacerme guiños coquetos y el reborde de su cuerpo era rojizo, mientras que su piel y sus patitas eran verde claro, simulando una hermosa y brillante hojita nueva. También su cuerpo tenía forma de hoja, una hoja perfecta y alveólada, como un corazón móvil, verde, tierno y maravilloso.

Claro, eso no lo noté hasta después, porque de reojo sólo vi un bichito.

Y quise treparlo a mi mano, por lo que sin mucho tacto puse mi dedo en la bata de la señorita (o señora o seño, para no errar) y ella volteó, preocupada:

- Es que tiene un  bichito en la bata...- Dije, tratando de poner gesto de persona amable, para que no me reprochara mi terrible inclinación hacia los bichos.

Una vez transferido a mi dedo, Filiberto se portó amable, pero recordé que no había zonas verdes dentro de la estación y se me hacía una descortesía terrible depositarlo en la banqueta del metrobus, condenado a una muerte segura.

Igual la muerte de Filiberto estaba predicha desde antes, pues como todo ser vivo los bichos con forma de hoja van a morir y antes tendrían que alcanzar su forma adulta, reproducirse y asegurar que habrá más bichos en forma de hoja...

Pero como era muy temprano para pensar en dilemas existenciales, decidí mover mis pies hasta el parque más cercano, que quedaba exactamente a unos 300 metros de distancia, en línea casi recta, pero para eso había que salir de la estación del metrobus.

Debido a que ahora soy más pobre que una cucaracha (sin agraviar a los parientes de Filiberto) me dio algo de remordimiento salirme del metrobus ya habiendo pagado mi pasaje... pero bueno, finalmente me decidí a empujar el torniquete.

Estuve tentada a decirle al policía "¿me deja entrar en un momento? sólo voy a devolver a este bichito al parque y vuelvo", pero se me hizo que sería sumamente sospechoso, además de que no es de mi agrado hablar con figuras de autoridad.

Caminé (confieso) con poco cuidado por la calle y crucé el pasacebras sin mirar el semáforo, ocupada sólo en darle vuelta a mi mano con rapidez suficiente como para que Filiberto no se cayera.

Pero él no tenía intención en caerse, porque parecía encontrarse muy entretenido en contar las pecas de mi mano. (Dichoso él, que las encuentra entretenidas)

Tardé un poco en llegar hasta el parque, porque iba pensando en que seguramente no encontraría al amor de su vida en ese lugar y moriría sólo, abandonado, estéril, lejos del lugar donde nació.

En esto pensaba hasta que me di cuenta de que estaba ya frente al parquecito aquel, de columpios desvencijados y rejita verde que veo diario, pero dónde nunca me detengo por estar demasiado lejos de mi parada del metrobus.

Bajé mi mano para dejar a Filiberto en el pasto y vi como se alejaba despacito, reconociendo su nuevo entorno.

Al dejarlo allí sabía que no lo volvería a ver nunca, que quizá lo condenaba a otro tipo de muerte, ya no aplastado, pero quizá si comido. Cual fuera, sería una muerte distinta, entre árboles y hojas, entre arañas y hormigas, quizá digerido en el estómago de un pájaro. No lo sé, nunca lo sabré.

Regresé pensando en los reducidos espacios que tiene la naturaleza para crecer en esta ciudad, en los dilemas de la vida y la muerte, en el karma, en la imposibilidad de encontrar el amor, en que quizá Filiberto se encantó con la novedad de una bata blanca y se alejó demasiado de casa.

Regresé pensando en que soy pobre como un ratón y hasta gastar 5 pesos me apura.

Regresé contenta y triste, porque miles de las cosas que quisiera resolver no se pueden y miles de las soluciones que se me ocurren no sirven de nada.

Regresé, pero parte de mi se queda contigo, Filiberto, pequeño bichito color hoja, dulce pedazo de mi alma que viviste sólo para hacer nacer en mi la ternura de un instante efímero.

Te quise mucho, Filiberto.

D.

Una mujer que caminaba sobre las vías

Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...