El ruido también contamina

Antes de empezar esta entrada quiero aclarar:

a) Estoy consiente de la situación económica del país y de lo terrible que es estar sin empleo, también sé que los niveles educativos que tenemos no permiten el desarrollo de la industria y que hay una larga lista de etcéteras que motivan el comercio informal.

b) Me gusta mucho la música, no soy una grinch musical ni nada que se le parezca y creo firmemente en el derecho de los demás de escuchar cumbia, reguetton o lo que les plazca. No es por eso mi queja.

Pero estamos invadidos. Por donde se le busque. No pasa una estación de metro sin que suba un vendedor de discos pirata a vender su mercancía. Y yo ya estoy cansada.

Cansada, porque el ruido es también una forma de contaminación; porque el grupo de vendedores ambulantes es una mafia; porque no tienen consideración alguna de los usuarios; porque hasta un pasajero normal tiene que pasar el cambio de alguien que compra o escuchar música, o peor aún, chistes malos de doble sentido y grotesca contextura. Incluso he escuchado que venden poemas (malísimos) o discursos motivacionales.

Pero la gente que utiliza el metro es parte del problema, por comprar este material, ya sea en video o en audio, que además de tener mala calidad es parte de una red de delincuencia organizada.

En la estación del metro más cercana a mi casa los ambulantes han tomado una región completa, donde francamente da miedo acercarse, porque además son un grupo que inspira muy poca confianza. Ni siquiera es posible confrontarlos pidiendo que le bajen al volumen.

Ya los policías se hacen los desentendidos al verlos (a pesar de que si repartes volantes o tomas fotos para un reportaje, allí si van a buscarte al jefe de estación).

Por eso creo que la única opción posible es una acción ciudadana: dejar de comprar discos pirata en los vagones. Decirle a tus amigos, familiares y toda la gente que conozcas que dejen de comprarlos... y es que debe de haber otra forma para que todas estas personas se ganen el pan de cada día. Pero ya no vendiendo "Las mejores cumbias" mientras intento regresar a casa...

D.

Complicidad

Las cosas no salen como lo creías, pero tampoco son tan malas.

Cuando era niña lo que más quería era tener una hermanita. Me imaginaba que nos gustarían las mismas cosas, que jugaríamos. Le contaría cuentos y sería todo genial. Seríamos amigas.

Cuando mi hermana llegó al mundo, cuatro años después que yo, empezó a dejar ver que todo sería distinto. Desde sus primeros pasos impuso otro punto de vista, de hecho, siempre que pudo se contrapuso a mi opinión.

Si yo decía "helado de fresa", ella optaba por el de durazno. Si a mi me encantaba la idea de ir a un museo, ella aseguraba que era mejor ir al parque.

Muchas de mis manías le disgustaban (y le molestan hasta la fecha) y a mi me parecen extrañas sus fobias (a las botargas, a dormir en la oscuridad). Entramos miles de veces en discusiones.

Pero desde que dormimos en cuartos separados hemos logrado establecer treguas. Y este año hemos tenido avances significativos en lo que yo llamo crear vínculos de complicidad.

El otro día me pidió que le sugieriera música en Youtube!!

Y hoy le ayudé a teñirse el cabello.

Ese tipo de cosas me dan esperanzas. Quizá, después de todo este tiempo, pueda lograr que mi hermana sea también mi amiga.

D.

Alto vacío

A petición de Yareli y Fer, pongo el cuento final que llevé al taller de Creación Narrativa. El título se lo robé a Enrique Serna (por si les suena conocido); en teoría ya tiene las correcciones que se realizaron en el taller, pero cualquier otra cosa que se les ocurra es bien recibida.

Es largo... Así que una vez hecho el anuncio, corto y pego.

***

Escuché un ruido y me llevé la mano a la pistola. Llevaba muchas noches sin dormir. Había perdido la cuenta de las horas y los días. Probablemente el ruido de afuera sólo era un gato saltando sobre el tejado. La coca ya no ayudaba. Al contrario, parecía que cada momento era peor: lleno de sombras cada uno de mis segundos.

Había dejado el departamento que compartía con Adriana para ir a la bodega en donde guardaba la mercancía. Las voces me lo habían dicho y como en otras ocasiones me habían salvado, les hice caso. El ruido crecía afuera. El techo era de lámina y cada gota de lluvia repicaba como un tronar de tambores o un martillar de balas. Se colaba por las rendijas de las ventanas mal tapiadas unas ráfagas de hilo frío que me hacían tiritar. Eso, más el efecto de la droga, que se iba pasando, me provocaba escalofríos que casi me tiraban al piso. Deseaba morirme, que esa estupidez llamada la vida se terminara de una buena vez.

La calle me acechaba. Me escondía de todo, pero sobre todo de los tiras. Los tiras siempre se encontraban en las esquinas de la calle. Nunca faltaban patrullas haciendo sus rondines. Un par de veces me habían atrapado con la mercancía. Ni modo de ir con el chisme que la patrulla tantos y tantos te robó medio kilo de coca.

Ya habían pasado más de dos años desde que me había enganchado. Primero era medio gramo. Me bastaba para hacerme ocho líneas. Ahora era mucho más. Así es siempre. Pero ese medio gramo vale regalarlo un par de veces. Clientes. Invaluables relaciones públicas. Nunca pensé que mis conocimientos sobre relaciones públicas me llevaran a una bodega en la Merced a las tres de la madrugada. Seguía lloviendo.

Quise recordar como había comenzado todo, pero mi cerebro ya no quería reaccionar. Quería dejarse morir, tendido en un charco de agua, imaginándome que las gotas realmente eran balas. En realidad sonaban como ellas.

Ya no tenía sentido seguir así. Cerré los ojos y un último pensamiento me cruzó por la mente: tenía que hablar con el Gamma. Pero eso sería al día siguiente. Si lograba pasar esa noche.

***

Llegué a la casa. Era un departamento encima de una tienda de jarcería, en donde la materia prima eran los limpiadores y los detergentes.

--Al menos olerá bien- le dije a Adriana cuando nos fuimos a vivir allí.

Ella me dirigió una sonrisa amarga, mitad mueca y mitad resignación. Hacía un mes la había corrido su mamá de la casa cuando la encontró con un hombre. Le dijo que era una puta, lo cual no era cierto… del todo. Lo cierto es que ella sólo aceptaba droga a cambio del sexo. Aún era algo selectiva. Al menos en ese entonces. Ahora era mucho menos exigente. Un mes es mucho tiempo cuando estás enganchado.

La puerta principal tenía un candado y cada uno de los pisos tenía una puerta enrejada. Era una zona peligrosa. Adriana le decía a su mamá que vivía en la Balbuena, mitad verdad, mitad mentira, porque la colonia se llama Merced – Balbuena, pero a ella no le había tocado la Balbuena de los burgueses: la que estaba entre bancos y restaurantes. Su parte de colonia tenía más de central de abastos que de zona residencial. Para salir a trabajar tenía que esquivar media docena de diablitos y un par de carretones llenos hasta el tope de jitomates.

A mi me convenía la ubicación, porque quedaba cerca de la vecindad del Porfis. Después de todo, Adriana no tuvo mucho poder de decisión porque yo casi pagaba toda la renta. Él que paga manda. Adriana apenas y ganaba lo justo para ir tirando como dependienta en Mixcalco. Lo cierto es que algunas veces se traía algún trapo bonito. Destacaban entonces sus tetas, como dos fanales en medio de la noche.

Adriana y yo nos conocimos en el IQ, un antro de medio pelo. A los dos nos despidieron de nuestros trabajos casi al mismo tiempo. Ella era mesera. Habíamos logrado un buen acuerdo: yo le daba donde vivir y ella se encargaba de que mi vida no se cayera en pedacitos. Su risa fuerte, sus calzones en la regadera, el ruido de los trastes en el fregadero me hacía recobrar un poco de la conciencia que podía preservar entre las pesadillas que me acechaban: monstruos sin cabello, lisos y húmedos, venían a atraparme. Me acechaban por las noches, sin darme tregua. Como el departamento no tenía ventanas me arrastraba por los vanos de las puertas, buscando una rendija de aire que respirar. Pasé tantas noches así que llegue a aprenderme las grietas departamento: auténticos pasadizos al infierno.

El peso insoportable de esos años que llevaba en medio del vómito citadino me llegaba entre los flashazos de lo que era mi promisorio pasado, cuando trabajaba en la agencia de publicidad. Todo lo que había perdido. Todo lo que tiré a la basura.

Eran las seis o poco menos. Lo único que alumbraba la penumbra de la escalera era un foco sucio, de luz amarillenta y titilante. Ando de puntillas, sin querer despertar a Adriana. El grifo de la cocina está abierto. Veo el agua en el piso, por todas partes. Y esquirlas de vidrio en el piso. Me detengo a empujar un trozo del vaso roto, que golpea la mejilla de Adriana, que yace inerme en el piso. ¿Qué pasó?

No tengo que tomarle el pulso. En cuanto le doy vuelta y veo sus ojos vidriosos sé que está muerta. Pero no fue una sobredosis. Su cuerpo desmadejado parece tener señales de lucha. Adriana no es muy alta, pero es bastante fuerte. Lo era, al menos. Seguramente se defendió. Al verla allí tirada, sin vida, sólo tengo una cosa en mente: matar a su asesino.

***

Llegué esa noche al IQ, el Picas, guardia en turno, me dejó entrar sin mayor trámite. No sé si alguien más le llamaba el Picas, pero así le decíamos Adriana y yo porque era extremadamente gordo y su cabeza terminaba en una especie de punta que acentuaba con gel en sus pelos cortos.

La luz estroboscopia mantenía al IQ en una especie de animación suspendida. Mientras unos bebían y otros bailaban, las imágenes quedaban grabadas. Era como ver muchas fotos repetidas, una tras otra, de la misma escena, con leves variaciones: aquí un brazo, aquí una pierna, allá un cigarro encendido que antes no estaba.

Atravesé las mesas con la agilidad que me daban tres líneas. Cuando estás al cien, piensas todas esas terribles posibilidades mucho más rápido y las deshechas así de rápido. Pero vuelven.
Entonces los ojos fríos y abiertos de Adriana, que se negaban a cerrarse, me siguen
persiguiendo desde el piso del departamento.

Pensaba que el asesino de Adriana podía haber sido Gamma, pero no sabía donde encontrarlo. Gamma nunca estaba disponible, porque era él quien te encontraba a ti. Si quería, cuando quería.

Vi a un hombre que se parecía a Gamma. Pero no sabía si era él. Después de otra copa, todo era ligeramente brumoso y no podía distinguirlo. Sólo cuando preguntó:

- Eh, ¿quién murió que traes esa cara? – entonces supe que era Gamma: siempre había sido un pendejo.

Salimos. Llovía. A pesar de todo el Gamma tenía escrúpulos y nunca hacía sus negocios dentro del IQ. Vendía, sí, a veces. Una grapa o dos. Pero las cosas grandes, lo que debía ser tratado de forma especial era en el callejón de atrás del IQ. Un basurero que parecía estar tapizado con carteles de luchas. Era innecesario poner esos carteles allí porque nadie los veía. Pero allí estaban: formaban una capa grasienta y mugrosa, un papel tapiz de miseria que se amontonaba capa tras capa. Esa era mi mesa de negociaciones.

- Querías verme, wey.
- Sí. Pasó algo.
- ¿Ahora qué?- la cara de fastidio, Gamma no estaba para minucias. Era un hombre ocupado, de negocios.
- Adriana está muerta.
- Encárgate.

Era un cabrón, además de pendejo. Mezcla muy mala, pero da resultado. Alguna vez había ido a visitar a Adriana demasiado ebrio como para coger. Ella lo dejaba juguetear entre sus tetas mientras yo escuchaba los esfuerzos del pobre diablo por venirse. Su rostro pringoso era poco menos que vomitivo, pero Adriana era gentil como una madre bañando a un cachorro. Después de todo eso lo calmaba. Se quedaba tranquilo y al día siguiente nos regalaba un poco más de coca a todos. Espléndido.

- ¿Sabes quién fue?- me dijo después de un silencio espeso.
- No. Llegué y estaba así.
- ¿Quieres saber?

Alcé los hombros, como si me diera igual. Me había hecho una raya antes de salir del IQ. Así sería aún más sencillo. Siempre que te vas a retirar del juego, conviene una última esnifeada.

- Me voy.
- ¿Y el Porfis? ¿Y los bissness?
- Está todo saldado. No le debo nada a nadie. Y quiero irme.
- Hay un cuerpo en tu departamento, te puedo echar a la tira cabrón. No te vayas.
- No te pongas sentimental. Sabes que estamos en lo mismo. Caigo yo y te llevo entre las patas, wey.

Vi brillar la pistola del Gamma en su cinto. También yo llevaba la mía. Me pareció un buen escenario para morir enfrente del cartel que anunciaba una nueva pelea de Blue Demon Junior contra Máscara de las Tinieblas. Con la lluvia, pronto no quedaría ni rastro.

Gamma no sacó la pistola. Sólo sonrió. Una sonrisa sucia que me dejó ver su dentadura podrida y amarillenta.

- ¿Tienes fuego?
- No.

Sacó un cigarrillo, sin ofrecerme uno a mí. Lo prendió con un fósforo y se quedó fumando bajo la lluvia. Supe que entonces todo había terminado. Me di la vuelta. Me daba igual lo que pensara. De todas formas mi vida ya era bastante miserable y morir con un tiro por la espalda no cambiaría ninguna cosa. Casi quería sentir el olor a pólvora en el aire. Dicen que cuando una bala te da nunca la escuchas. No la escuché esta vez. Seguí caminando. Cuando me di cuenta, ya estaba de nuevo en mi departamento. No me dolía nada. Después de todo, Gamma era un cabrón y un pendejo. Pero no era mal amigo.

***

La casa de la playa era viejísima, parecía estar hecha de madera podrida, por lo apolillado de sus vigas. Sin embargo no tenía tantos años. Era quizá el agua, el sol. Todo lo desgastaba dejando un acabado antiguo, casi como un barco hundido que hubieran rescatado de la tormenta para mandarme a vivir allá.

Lejos de todo. Incomunicado. En las cercanías sólo vivía una vieja vecina, la señora Flores, que de vez en cuando me iba a ofrecer una taza de te. Me hacía falta el té porque los primeros días tuve arcadas y quería meterme al mar y no salir. Pero me ataba con vendas a la cama y seguía vomitando. Fiebre y delirio. Flores rojas como la sangre del piso, esparcida como gotas de sangre.

- ¿Quieres pastel? Suele acompañar bien al te de jazmín.

La voz de la señora Flores llegaba desde lejos. Ya estaba mejor. Ahora caminaba diariamente por la playa. Mis padres seguían enviándome dinero. Había pasado tiempo, aunque ya no sabía cuanto, porque nunca tuve ni reloj, ni calendarios. Recordaba las volutas de humo sobre el póster de Blue Demon, pero había sido un sueño. O una película. O tomé demasiado té de jazmín.

La señora Flores me miraba con su sonrisa desdentada y no dejaba de agradecerme por haber pintado su casa de blanco. Ese blanco que antes me traía tantos recuerdos. Los espejos. El humo. Las jeringas. Todo el IQ estaba decorado de blanco.

Llegué a inyectar a la señora Flores alguna vez. Ella estaba muy anciana como para bajar al hospital a buscarse una enfermera que le diera sus medicinas. Era diabética y cuando se ponía mal ni siquiera podía hacer eso.

- No sé que haría sin ti. Eres una bendición del señor.

Bendiciones, sí… estábamos llenas de ellas. Un ventilador verde que zumbaba en el techo de mi casa, agitando el aire caliente sin refrescar. Esa arena gris y mugrosa, llena de petróleo. Ese mar grasoso, que se agitaba frente a mis ojos. Miles de millones de latas, bolsas: un paisaje admirable.

Le sonreía a la señora Flores y la miraba. Su cuello arrugadito y frágil, sus tetas colgantes que debieron ser apetitosas alguna vez. ¿Cómo las de Adriana?

Hacía un tiempo que no pensaba en ella.

- ¿Tiene fotos de cuando era joven, señora Flores?
- ¡Ah! Si… tengo algunas. ¿Quieres verlas?

El calor seguía metiéndose por la ventana. Se calor pesado que se viene con la marea del medio día. No quería moverme y hasta ver a la anciana moverse me daba vértigo, como si sacara de control las cosas que se veían perfectamente bien desde la mecedora de mimbre en la que estaba.

Cuando la vieja regresó, me encontró con los ojos cerrados. Tal vez por eso me sorprendió más al abrirlos y ver su foto en traje de baño: ese par de tetas, como dos fanales de auto, apuntando en la noche ciega de un mar oleaginoso.

- Sé que es una foto atrevida, pero… ya sabes, cuando uno es joven se cometen tantas locuras… - dijo la anciana riéndose por lo bajo.
- Si, lo sé- me surgió una sonrisa cálida.

En serio sentí esa sonrisa expandirse por mi rostro, mientras mis manos se acercaba al cuello de la señora Flores y apreté su cuello hasta que hizo “crack” sin más escándalo que el de un pollo. Era maravilloso tener el control. Era fantástico tener la vida de una persona entre las manos. Ahora todo era tan claro…

Luego me metí al mar grasoso y turbio. Hacía un calor de los mil demonios. Pero estaba contento. Al fin había descubierto al asesino de Adriana.

D.

Bufandas

Ayer vi uno de esos dispositivos que tanto llaman mi atención: una tablilla para tejer bufandas. Tan sencillo que un niño puede hacerlo, esta tablita tiene un agujero en medio y dos hileras de clavos, para que vayas enredando el estambre hasta que se logra una bufanda del largo que se te antoje.



Algo que me gusta de este sistema es que te permite ver que en realidad la trama de las bufandas es un hilo enredado con gracia... algo parecido a lo que hacemos los cuenta cuentos con la realidad.

Las historias suelen ser anécdotas que le pasan a gente normal, pero narradas con más acierto.

Lo cierto es que la bufanda que iba saliendo de color morado (mi color favorito) y me di cuenta de que me encantan las bufandas; si el clima de México lo permitiera las usaría más tiempo, pero la benignidad de nuestro clima obliga a quitarselas en marzo.

Creo firmemente que para Navidad un excelente regalo es una bufanda y un par de guantes; si pudiera usaría guantes y bufanda de colores distintos cada día de la semana...

Si nuestra vida se enredara como una bufanda colorida alrededor de nuestro cuello, me pregunto, ¿que tan larga sería mi bufanda?, ¿que tan colorida?

D.

Historias de antihéroes y las mujeres que los aman.

Ahora que he tenido tiempo de pensar en los antihéroes, me he detenido a recordar la historia de "Mujeres", de uno de mis antihéroes preferido: Charles Bukowski.

Algo que me parece interesante es que cuenta la historia de las mujeres que se interesan por los antihéroes... y es que, como le decía ayer ami amigo S: los héroes están muy pasados de moda, casi todos son como el capitán América o Supermán y usan ropa más apretada que yo.

S. está escribiendo una historia que habla de las mujeres, o quizá "la mujer" de su vida. Le ayudo a poner comas aquí y allá, pero sobre todo le ayudo porque me sirve para pensar...

¿Por qué las mujeres se enamoran de patanes insensibles?

El 25 de noviembre se ha llamado en la comunidad internacional "día a favor de la no violencia hacia la mujer"... Pero es uno de esos días en que me siento incómoda y con la necesidad de ser políticamente incorrecta.

Y es que la podredumbre somos todos. La victima y el victimario. Las ideologías feministas castradoras y el machismo que a la vez es necesidad de afirmación. La violencia que va desde cosas que son vistas como comunes y los golpes, que indignan, duelen.

Recuerdo que cuando una de mis profesoras de la universidad nos propuso una investigación del tema "las muertas de Juárez", yo no sólo no sabía nada del tema... sino que me parecía algo muy lejano.

Luego llegué a enterarme de que una de mis amigas más cercanas había sido víctima de violencia de parte de su novio, que llevaba años golpeandola.

Y yo tan ciega.

Me he críado en una familia donde las relaciones de inequidad están tan bien camuflajeadas que casi no se notan. Pero hay cosas que siguen demostrando una servidumbre voluntaria, un sometimiento tácito.

Las ventajas de ser una víctima son diversas. El malo es el patán insensible aquel... Incluso los antihéroes, que suelen ser medio patanescos, terminan siendo oscuros objetos del deseo.

Y si. En mi propia historia reconozco una marcada tendencia a meterme en problemas.

No sé exactamente si esas historias han sido de antihéroes o de simples patanes.

Cuando tenía 15 años creía que nunca me llegaría el enamoramiento, que no conocería jamás el amor, que era uno de esos seres destinados a la solitaria contemplación de la vida...

Después me quedó muy claro que me había equivocado. Pero en mi historia habría más antihéroes que principes azules con mallas.

"Nos seduce aquello que queremos que nos seduzca" (patanes incluídos).

D.

Suerte

Como el sábado anduve propagando entre propios y extraños que parecía estar en una racha de mala suerte, hoy recibí varios mensajes "alentadores" que iban desde bendiciones divinas hasta un simple... "Verás como hoy las cosas te salen mejor".

Lo cierto es que, aunque no todo salió mejor (me compré un refresco que se creía champaña, el trabajo que hice el sábado fue inútil y me llamaron desde Colombia para destacar que cometí varios errores) me sentí mucho mejor, reconfortada y liberada.

Porque la suerte es, en muchas ocasiones, más bien un estado de ánimo.

El sábado, después de quejarme mucho en la entrada, le hice caso a mi amigo S. y comencé a ver la serie que me prestó: "Californication", que es de un tipo con excelente (o pésima, según se vea) suerte.

Y es que el nuevo galán de su ex mujer le ofrece un trabajo para escribir un blog sobre su vivencia en California; el personaje se encuentra en un paro creativo producto de su decepción por vender los derechos de su novela para hacer una película poperita en donde sale Tom y Kate.

Como escritor de éxito (que no ha escrito nada en un buen tiempo) obtiene buen sexo, pero lo que necesita es regresar con su ex y su hijita de 12 años (que a veces lo odia y a veces lo ama, porque es pre adolescente y así es uno a esa edad).

El personaje es adorable, porque es uno de esos anti héroes que uno termina compadeciendo. Es golpeado, humillado, correteado y aún así dice cosas divertidas.

Nada como el sentido del humor... o como diría algún filósofo popular: "si la vida te da la espalda, agarrale las nalgas".

D.

La boca de mi amada

CRUCIGRAMA

A: Oye, ¿cual es el organo sexual femenino que tienen como segunda letra la O?
B: ¿Horizontal o Vertical?
A: Horizontal
B: La boca

Ayer leía una de esas notas a las que uno llega dandole click a muchos vínculos... y es que leí que, según un estudio, aunque sólo 9% de las mujeres disfrutan dar sexo oral, el 61% está dispuesta a darlo, para complacer a su pareja.

Por otro lado, de los hombres, sólo un 3% disfruta dar sexo oral y un bajisimo 6% está dispuesto a ofrecerlo. (Ese otro 3 por ciento que lo da aunque no le guste merecería un monumento o algo así).

Y es que, aunque por derecho la boca de una mujer es el inicio del tracto digestivo, la manera en que se encuentra erotizada es por demás peculiar y siempre ha llamado mi atención.

Resulta curioso que, aunque la boca de un hombre también puede servir para los placeres amatorios, son los labios de mujer, muchas veces decorados con labiales de colores incitantes, los que pueblan las imaginaciones eróticas.

Y de las escenas que más recuerdo de Dharma y Greg está un día en que ella le invita a ponerle el labial. ¿Y eso que chiste?, piensa Greg, pero se vuelve un jueguito amatorio de esos disfrutables...

También recuerdo un día que, de camino a casa de mi tía, en el campirano camión en donde iba, comenzó a sonar una canción de esas medio arrabaleras que iba así: "manchame, de nuevo ven y manchame, coqueta ven y manchame, manchame, con tu lápiz labial..."

La boca, para los despreocupados, puede servir para pocas cosas; pero para los ingeniosos tiene multiples utilizaciones, aplicaciones y desvíos.

Para terminar esta breve reflexión de las fijaciones orales, les dejo la letra de Fernando Delgadillo, que no tiene desperdicio...

Ensayo de una boca

La boca de mi amada
Es jardín de cerezos
Es fuente de agua pura
Y el cuenco en donde abrevo
Y acrecento mis ansias

Sus labios son renuevos
Y sus dientes azúcar
Y es perfume su aliento
Remanso inagotable
Su voz mientras discurre
Me arrulla y me alimenta
Me acuna y da consuelo

Su risa es transparente
Como el juego del viento
Me colma cuando ríe
Y cuando se va sonriendo
Cuando sonríe por nada
Y cuando por nada vuelvo
A invitarle a que sonría
Su risa cristalina
Es mi dicha y es mi premio

Y si su boca acusa
Un suspiro de su pecho
Me envuelve y me aprisiona
Me halaga y más me apresto
A reconfortar sus manos
Sus labios y su cuello
Su vientre de paloma
Y su delicado vuelo
Y a modo de su boca
Es mi boca deseo

Su boca es la ventana
Su boca es su secreto
Es la canción del agua
Y es lenguaje del alma
Y es el amor y el tiempo
Su boca bien amada

La boca de mi amada
Es jardín de cerezos
Es huerto de naranjos
De limones y almendros
Es sombra y es frescura
En el molde más perfecto
Y mi más caro tesoro
Porque hoy me lo da todo
Si me regala un beso

(1992)

D.

P. D. Con dedicatoria a Alejandro, porque sé que es de sus temas favoritos.

De esos días...

Hoy fue uno de esos días en donde descubres, al final, que debiste quedarte en la cama, viendo las arañas del techo, comiendo palomitas o esperando que no se derrumbara la casa del vecino encima tuyo.

En primer lugar me fui a trabajar, no demasiado convencida, porque el proyecto en el que estamos se retrasó ayer por "problemas técnicos".

Pero al llegar al lugar donde abordo el metrobus, me percaté de que no llevaba conmigo las llaves de la oficina y como nadie trabaja en sábado, no podría ni entrar...

Regresé a casa, pero el pesero que me llevó se desvió y tuve que caminar 3 cuadras.

Como tampoco llevaba las llaves de casa, casi derrumbo la puerta para que me abrieran: los demás dormían el sueño de los justos.

De regreso a la estación del metrobus, el pesero iba lento... tanto que hice el doble del tiempo que acostumbro.

Una vez en el metrobus me tocó uno llenisimo, frente a una niña que parecía haber desayunado un delicioso plato italiano, porque toda ella olía a ajos y cebollas.

Además, en uno de esos momentos raros en que mi atención se centra en algo de manera obsesiva, en el piso del metrobus había lo que parecía la envoltura de un chorizo... un pedazo de piel nauseabunda y rojiza enrollada que me provocaba un asco terrible: de no haber sido porque ya era tardisimo, me hubiera bajado.

Al conseguir asiento, mi suéter se pegó con un chicle naranja, que sospecho fue de mandarina en algún momento.

Al hacer el transbordo de una línea de metrobus a otra, un viejo libidinoso me recorrió entera, en un acto de grotesco morbo que no quiero ya ni rememorar.

Afortunadamente ya no pasó nada en la oficina... hice mis pendientes y a las 3, cuando me dio hambre, le avisé por messenger al dueño de la empresa que me llevaría el equipo a casa. Él propuso que tomara un taxi y hasta me dijo "el lunes te lo reembolso", pero yo insistí en irme en transporte publico...

Y allí tienen que, antes de llegar a la estación donde bajo (tres estaciones antes, para ser más precisa) el servicio del metrobus fue interrumpido por... ¡una manifestación en sábado!

Y como además iba toda paranoica con mi laptop bajo el brazo, no quise tomar un taxi... así que caminé, caminé y caminé, con el hombro levemente entumido, porque esta lap no es precisamente la más ligera del mundo.

Llamé a casa, para que supieran el motivo de mi retraso y me notificaron que mi tia había sufrido una parálisis facial y mi abuelo estaba enfermo, así que cancelaron cualquier visita o salida familiar.

Al llegar a casa y desempacar descubrí que había perdido uno de los aretes nuevos que apenas ayer me regaló mi abuela.

Y cuando terminé de comer y quise seguir adelantando el trabajo en la lap de la oficina, conecté el cable de la maquina y soltó una chispa: se quemó por completo.

Ahora estoy pensando en la posibilidad de meterme en algún tipo de refugio anti bombas, para terminar el día.

D.

Empatía

Es fácil juzgar a alguien o algo por lo que nos representa; pero otro es el caso cuando realmente nos vemos en la necesidad de estar "en sus zapatos" y vivir las situaciones que en otro momento llegaron a parecernos incongruentes.

Cuando trabajé en mi anterior empresa criticaba constantemente al personal de servicios al cliente, pues en mi área argumentabamos que era increíble que sólo fueran el punching bag de los clientes, que no pudieran sostener argumentos sólidos de por qué nuestro trabajo era valioso y contraponer inteligentes disquisiciones ante sus demandas y objeciones.

Hoy me tocó, en la nueva empresa donde me siento muy a gusto, escuchar a un cliente molesto por el servicio... Entendí el razonamiento que seguía y me tocó argumentarle las razones de que no estuviera recibiendo lo que necesitaba.

De repente me sentí en blanco.

Y es que el cliente tenía razón. Después de todo él pagaba un servicio y, aunque en la empresa estabamos haciendo un esfuerzo, no era exactamente lo que necesitaba.

Quise entonces arreglar la situación, pero no era tan simple como "1,2,3" como me hubiera gustado a mí y al cliente.

Fue entonces que me sentí en ese lugar del que, hacía apenas un par de meses, había tanto vilipendiado: era frustrante no poder complacer al cliente o exaltar las magnificas cualidades del servicio, que, aunque bien intencionado, no era del todo excelente.

Aún me siento un poco frustrada. Pero también me siento un poco más humilde. Y quizá, un poco más humana. Es curioso.

Ayer Saukey me decía que somos seres espirituales, llamados a experimentar las vivencias de lo humano. Parte de ello es ponernos en los dos lados del río, arriba y abajo de la montaña rusa, en el área de atención a clientes y en el departamento de edición.

D.

Al final, todo se sabe

Estoy en uno de esos ciclos de la vida donde hay muchos reencuentros. Personas a las que hace muchos años no veía me han llamado en estas tres semanas para planear reuniones y ponernos al día...

Y esas reuniones han sido reveladoras sobre etapas de mi vida. En general he sido retraída a muchas cosas que sucedían a mi alrededor, esto por dos razones...

a) Tengo una vida interior llena de palabras, momentos y recuerdos, así que lo que pasa afuera de este mundo interior no suele interesarme tanto.

b) Me tomo demasiado en serio, así que muchas cosas que no deberían de importarme son sobre dimensionadas..

Estas dos cosas, que parecen contradictorias, en realidad me han apartado de muchos entretenidos chismes.

Por eso el martes que platiqué con una compañera de generación me pareció casi increíble de creer lo que pasaba en mis narices, mientras ibamos en el mismo salón.

De la misma forma, un ex compañero de trabajo me acaba de informar que una persona me estaba bloqueando el camino en la empresa en la que estaba.

Lo curioso fue que, de saberlo en aquel momento, seguro me lo hubiera tomado muy en serio. Ahora, a la distancia, creo que las cosas ocurrieron así y obligaron a que saliera de ese trabajo para aprender más y ser una mejor persona.

Y después de todo, al final todo se sabe.

Quizá lo que hace falta es dejar de insistir tanto en saber algunas cosas, porque casi siempre son cosas inútiles o que nos harán daño.

El verdadero conocimiento, las cosas que de verdad importan, hay que buscarlo. Los chismes y las habladurías llegarán a tí, cuando ya no sean tóxicos.

D.

Lou Von Salomé

[Al terminar el libro de Orhan Pamuk empecé a leer "La hora sin diosas", de Beatriz Rivas, libro que me sedujo por su portada, pues tiene una imagen que me parece deliciosa y que les comparto:
El médico Daniel Ponty cuenta la forma en que conoció a tres mujeres: Lou Andreas Salomé, Hannah Aredt y Alma Mahler...

Pero esta vez les contaré de Lou Andreas Salomé, porque desde que era joven leí sobre su vida y me pareció una mujer increíble: "huía de los espejos, pues pensaba que mentían; es más, ni siquiera los consultaba al peinarse y mejor se dedicaba a soñar y a observar a la gente. En San Petersburgo adoraba salir a las calles, sentarse en las bancas de un parque para mirar rostros, atuendos, formas de moverse y de hablar. Expresiones, característucas especiales. Preparaba su propio archivo de personajes, los almacenaba y, por las noches, ya en la cama, debajo de un duvet de plumas de ganso, calientito y ligero, comenzaba a imaginar historias. A cada quien le hacía un cuento, mezclaba tramas, creaba héroes y villanos

[...] Desde muy joven, Lou había decidido no entregarse sexualmente a ningún hombre hasta que sintiera la fuerza para no caer en la sumisión. ¿Matrimonio? Totalmente fuera de sus planes planes. Palabra prohibida en su diccionario personal. En cambio, la virginidad era uno de sus terminos favoritos. ¿Por qué? Porque podía conducir a las mujeres a la productividad y al heroísmo. En una vida dedicada al conocimiento no caben las distracciones superficiales del enamoramiento ni del deseo carnal".


Hace poco leí que la vida se trataba de la tarea de definir una filosofía personal y luego darse a la dificil misión de vivir según estos postulados; creo que Lou Von Salomé fue de esas mujeres que entienden esto a la perfección.

D.

La delicia de conocer al otro

De camino a casa de mi amigo D. iba pensando en las relaciones entre hombres y mujeres.

Yo crecí en un ambiente eminentemente femenino; mi mundo tenía todas las atribuciones que se le dan a las mujeres: la delicadeza, la amabilidad, la devoción por el servicio, el cuidado del otro, la suavidad, el temor, la belleza... cierto sometimiento a las cosas.

El mundo masculino, que llevaba al enfrentamiento, el desenfreno, el desorden, la exploración, la valentía, el arrojo, el atrevimiento, el descubrimiento, me quedaba algo lejos. Por eso, durante muchos años, viví creyendo que nunca podría tener amigos hombres.

Claro, la amistad femenina tiene algunas truculencias, pero también tiene momentos muy bonitos, donde cocinas pasteles, abrazas a tus amigas, lloras con ellas, les ayudas a cosas muy tontas como elegir un vestido en el que se sientan soñadas.

Las pláticas con amigos tienen otro sabor, de reto, de descubrir, de contrastar. Pero eso lo aprendí mucho después, cuando entendí que las relaciones de amistad entre hombres y mujeres suelen estar teñidas por la lucha de fuerzas y a menudo, teñidas de un reconocimiento o falta de reconocimiento del deseo.

Y es que el deseo se puede expresar en multiples formas... a veces como el deseo de apoderarse de aquello otro que el distinto tiene. Puede ser la admiración a cualquiera de sus atributos físicos, emocionales o intelectuales. Lo que el otro piensa, hace, siente.

Los hombres a veces son unos niñotes grandes, pero generalmente el conocer su pensamiento, que tiende a ser más abstracto y aterrizado, menos emocional y hormonal, más práctico y directo, enriquece mucho la visión divergente y a menudo torcida que tenemos las mujeres, que buscamos el camino más complicado para llegar a cualquier punto.

En aquello venía pensando en el parque cercano a casa de D., cuando un hombre de chamarra roja y gorra tocó a mi hombro:

- Disculpa, ¿no te conozco del gimnasio X?
- No, nunca he ido a ese gimnasio.
- Es que te vi pasar y quise preguntarte, porque de verdad te me haces tan conocida...
- Lo siento, no soy yo. Que tenga buen día.
- ¡Espera! Es que tenía que decirte que te vi y pensé que tenías unos ojos tan bonitos... ¿Podría darte mi teléfono?

Y entonces pensé que lo que mantiene la amistad no es sólo el deseo de conocer a la otra persona, sino que ese deseo tiene que ser mutuo, porque si no, el teléfono nunca sonará.

D.

Mi nombre es rojo: el duende de la tristeza

Contrario a lo que pueda pensarse, Mi nombre es rojo es una novela tristisima. Está bien, sigue un poco la línea de una novela histórica, pero también es de suspenso...Y sin embargo creo que más bien habla de la pérdida, de la tristeza y de la melancolía.

Y lo afirmo desde mi trinchera, claro está, porque últimamente ando muy azul y no puedo más que pensar que con un toque de rojo, terminaré violeta...

Orhan Pamuk, escritor turco, plasma en este texto la decadencia de una época, la de los grandes shas de Turquía, cuyas costumbres empiezan a verse desdibujadas por la llegada de nuevas costumbres desde Europa.

El enfrentamiento entre la moda y la tradición se vuelve ríos de sangre cuando entra en el juego las convicciones religiosas de los grupos musulmanes más ortodoxos, que están en contra de las reproducciones de la imagen del ser humano en retratos, que imitaran la realidad en lugar de la representación del ideal de las cosas.

Un libro lleno de alusiones semióticas a la forma en que entendemos los signos, desde lo que es Oriente y Occidente, mujer y hombre, el diablo y dios, la eterna lucha de la tristeza por triunfar en nuestros corazones y llevarnos al lado oscuro de la fuerza...

Pero aquí el toque de Pamuk es la posibilidad de darle voz a los diferentes personajes, a quienes escuchamos contar su parte de la historia, habilmente entramada, para que pase de ser una historia detectivesca (¿quién es el culpable?) a una reflexión filosófica llena de pequeños micro relatos que contienen interesantes anécdotas (las cuales no sé si serán del dominio publico en Turquía, pero que aquí se vuelven muy originales como recurso narrativo).

Disfruté mucho esta novela y me tomé un tiempo para leerla, porque cada personaje se degusta de distinta forma e incluso puedes vibrar con el rojo, comprarle sus mentiras a la buhonera o enamorarte de la bella viuda Sekure.

Le doy cinco estrellas a este libro y les aseguro que seguiré la obra de Pamuk, por si me encuentro otro de sus textos.

Magic: mis flirteos con los juegos del mundo mágico

Cuando escuché hablar por primera vez de "Calabozos y Dragones" me llamó la atención el género fantástico, pero me dio un poco de miedo el fanatismo que estaba asociado a los juegos de rol y la opinión de que este tipo de juegos revelaba una escasa vida social.

Algo así percibí en la cara de mi amiga Y. cuando mencioné el juego de cartas Magic, del cual al menos un par de mis amigos o conocidos son aficionados...

Pero ayer que Nezumi me enseñó los fundamentos con los que opera este juego de cartas no me pareció que hubiera nada realmente extraño... por el contrario, me pareció que la edición del juego está muy bien cuidada, tiene imagenes realmente bellas y frases que invitan a la reflexión.

Es un juego de puntos, donde el objetivo es matar al contrario por medio de criaturas y poderes mágicos, los cuales dependen de la estrategia de cada jugador.

Hace poco M. me dijo que ya me hacían falta tener más vicios. No sé si realmente Magic sea el vicio que me conviene, porque cuando E. me invitó a una partida de juegos de rol creo que hice el ridículo al ser apresada por los enanos y no querer llevar en mi inventario ni una miserable cuerda... Pero es que metida en mi personaje de saltimbanquí, preferí portar ropa de vistosos colores y cargar una pandereta: ya no he intentado jugar calabozos y dragones desde entonces, porque además carezco del espíritu solidario que se requiere para acompañar a troles y centauros por el mundo mágico.

D.

Física

Me encanta la física... creo que es de las ciencias más fascinantes y maravillosas que existen; de joven me gustaba memorizar las formulas y despejar las variables para resolver problemas.

También me gustan las leyes de la física y mis favoritas son las leyes de Newton, creo que se aplican a a muchos aspectos de nuestra vida...

1. La ley de la inercia: todo cuerpo permanece en su estado de movimiento o reposo hasta que otra fuerza lo obligue a cambiar de estado...

Esta me encanta, porque las fuerzas que se expresan en nuestra vida son tantas y tan diversas, que parecen movernos y empujarnos a cambiar de lugar o salir de nuestro reposo.

2. El cambio de movimiento es proporcional a la fuerza motriz impresa y ocurre según la línea recta a lo largo de la cual aquella fuerza se imprime.

Los cambios que ocurren en un cuerpo siempre se relacionan con la cantidad de energía que tiene la fuerza que te hace cambiar.

3. A toda acción corresponde una reacción, de igual magnitud pero de sentido contrario...

Estas leyes han sido reformuladas con el paso del tiempo, pues mientras más se descubría del comportamiento de la materia se aprendió que estas leyes eran válidas para velocidades pequeñas, así que resultaban muy útiles para ser ejemplificadas en un laboratorio de química de la secundaria...

Pero de todas formas, me gusta pensar el mundo con reglas sencillas, que puedan ser cumplidas y explicadas, por incognitas que pueden ser despejadas y resueltas.

La física es una de las ciencias más maravillosas que existen, porque explica el movimiento de las cosas y la vida siempre está en movimiento.

D.

Simón dice...

Cuando vi la película de "La nana mágica", no pude evitar quedar prendada del niño que hace el papel de Simón Brown, una especie de geniecillo maligno...

Por eso, ahora que vi "Realmente amor" (Love Actually), una película inglesa en donde sale todo el mundo (desde Hugh Grant, que en algún momento fue de mis amores platónicos, hasta Keira Knightley) no pude evitar fijarme en la participación de este actor inglés... Thomas Sangster

Y es que el personaje de que interpreta Thomas (que para mi siempre será Simón) dice que sólo hay un amor en la vida: "sólo lo hubo para Kate y Leo, sólo lo hubo para Romeo y Julieta y sólo lo hay para mí".

Lo cual me recuerda a lo que me dijo mi amigo L, sobre la canción de la oreja de Van Gogh: "que el amor verdadero es sólo el primero y los demás, son sólo para olvidar".

Yo, que soy mucho más razonable y creo que el corazón es un musculo que bombea sangre y que las neuronas son las que dan la señal que conocemos como "enamoramiento", reacción que se puede desencadenar con variados estímulos y puede ser disparado por una cantidad "n" de personas, creo que lo que dice Simón es mentira.

Pero a veces es bonito creerlo, porque si el amor es sólo uno, tienes más fuerzas para luchar por él.

D.

Química

En su gran sabiduría y experiencia vital, el maestro Sabina nombró a uno de sus discos "Física y Química", porque en estas dos palabras se resumen muchas de las relaciones que podemos establecer los seres humanos con el medio.

Aunque las leyes físicas son muy interesantes y merecen su entrada aparte (en particular me gustan las leyes de Newton: todo cuerpo se mantiene en movimiento o reposo, a menos de que exista otra fuerza que lo haga cambiar, el cambio de movimiento es proporcional a la fuerza que te hizo cambiar y a cada acción corresponde una reacción igual y en sentido opuesto...)

Pero en esta ocasión me ocuparé sólo de la Química.

La química es la ciencia que estudia la composición, estructura y propiedades de la materia... pero la materia rara vez se encuentra aislada, así que la química también estudia las reacciones que existen cuando la materia interactua con materia de diferente composición.

La historia de la química, como ciencia, está íntimamente ligado con la alquimia, estudio que algo tenía de místico... porque eso de ver de que están hechas las cosas y como se transforman, suena realmente misterioso y apantallador. (Por eso el empeño de querer convertir el plomo en oro no me parece un desvarío, sino parte de la curiosidad natural humana)

Algo que también me resulta interesante es que hemos dado por llamar a las reacciones que tenemos como seres humanos frente a otros como "química", lo cual resulta una analogía bien aplicada, porque "reaccionamos" de diversas maneras ante los distintos estímulos, que no son tanto químicos... pero puede que en parte sí lo sean.

Lo cierto es que hay personas con las que enseguida hay "mala química" o una tremenda incompatibilidad, aunque no se intercambie palabra alguna con ellos. Y, por el contrario, con otras personas hay "buena química".

Pensaba en ello el día de hoy, cuando regresaba del salón, en lo que ha sido un semestre interesante porque el grupo tuvo "buena química" con la profesora titular y me gusta la interacción lograda... a pesar de que es la misma profesora, ella misma confiesa que el semestre anterior se la pasó peleada con los alumnos. ¿La culpa fue de la química o de verdad algo cambio?

Pienso en eso también en relación con mi nueva oficina: en poco menos de un mes creo que ya hay claras señales de quien tiene mejores relaciones con quien y se puede percibir en el aire cierta vibración eléctrica que no sé como describir cuando la química no es buena...

Sean las particulas de carbono o moléculas de isótopos radioactivos, la química sigue teniendo algo de misterioso, por lo que de transformar la materia se refiere.

Frío

Mi gato duerme en una pila de cobijas limpias. No me animé a ir al taller de creación literaria. Desperté tarde y tomé un chocolate con leche. Le preparé un desayuno rápido a mi hermana y mi vocación por calificar los trabajos de semiótica que me dieron el martes no fue lo suficientemente fuerte...

Tenía una pila de libros por leer y aún no conseguía recortar el cuento de siete cuartillas a sólo cinco... No parecen tantas, pero cuando tienes que sacar copias para todo el grupo, lo piensas un poco mejor.

Me metí a bañar en agua caliente y mientras chapoteaba en la espuma del baño, me felicité a mi misma por pedir un día de descanso entre semana: lo malo es que al salir, allí seguían las hojas de los alumnos sin calificar, los libros que tengo por leer e incluso el montón de ropa limpia, que exigía ser doblada y guardada en cajones.

El frío me anima a tomar chocolate, a leer novelas de misterio, a meterme en cama (acompañada o no), a escribir entradas del blog...

Pero definitivamente no me inspira para nada ganas de calificar o reducir las cuartillas de un cuento policiaco.

D.

La sonata del diablo

La inspiración o las musas, son un bien esquivo. En mi familia tenemos esa mala costumbre de postergar las cosas hasta que llega el momento de la inspiración...

Pero ayer escuché una historia (que ya conocía, pero ahora escuché la anécdota completa) que me hizo pensar en el origen de esta inspiración...

Es la anécdota que cuenta el origen de "Il Trillo del Diavolo", de Giuseppe Tartini, un violinista y compositor del siglo XVII, que era reconocido por su virtuosismo musical.

Tartini soñó un día que el diablo se rendía a sus pies y empezaba por cumplirle todos sus caprichos: no había una petición que satanás no cumpliera. Lo tenía en la palma de la mano.

Entonces, a Giuseppe Tartini se le ocurrió pedirle al mismo Luzbel: "Toca para mí una melodía de amor".

Entonces el diablo tocó una melodía... la más hermosa que Tartini hubiera escuchado en su vida. Al terminar la música, Tartini despertó sobresaltado e intentó volver a escribir lo que había escuchado en sueños... sin éxito. "Hubiera querido romper allí mismo mi violín, de la frustración. Sé que nunca podré replicar la belleza de esa melodía que escuché en sueños.

La pieza que compuso lo hizo famoso y la historia hizo que la pieza cobrara un significado especial...

Sin embargo, el saber que nunca podemos tocar lo que soñamos, es una frustración humana que he sentido... me encantaría que al amanecer, las bellas historias que sueño estuvieran a un lado de la cama, mecanografiadas, con esos colores, tramas, texturas que se pierde en la vigilia.

Y aquí, para su disfrute, la sonata:

La mala letra

Cuando tenía seis años, lo juro, mi letra era bonita.

Los cuadrados grandes quedaban de acuerdo a mis necesidades caligráficas. Redondas como unos marcos de arial, escribía planas de "Ese oso es de Susu".

Mi papá me enseñó a leer y escribir desde los cinco años y escribí con buena letra por tres años...

Hasta que Rafael Espinosa, mi profesor de tercer año, entró a mi vida. Si tu tarea no estaba en su escritorio en 10, 9, 8... ya no la calificaba.

Así que aprendí a escribir rápido. Muy rápido. Rapidisimo. Hasta el punto de que mi caligrafía era espantosa.

En primero de secundaria casi me reprueban por la presentación de mis cuadernos: completos de contenido, pero con una letra que sólo yo podía decifrar.

Chely, una figura emblemática que conocí en Guanajuato, llegó a decir que mi letra era la más fea que había visto en su vida...

Y muchas personas aseguran que tengo letra de doctor.

Es por eso... por mi mala letra... y no por otra cosa, que ya no te escribo diciendo "no consigo olvidarte".

D.

Gordibuenas: por la belleza real

"Hay dos condiciones para declarar a una mujer gordibuena:
que sea gorda y que esté buena"
A.G.B.


El hombre que me dijo esto conoce de mujeres. Ha visto muchas de ellas: vestidas, desnudas y de todas edades, colores y sabores. Y también me ha instruído con otras lecciones interesantes sobre el temperamento masculino... como "al hombre le gusta ver flaquito y agarrar gordito".

No lo sé de cierto, pero la verdad a mi me parece terrible adorar a un montón de flaquisimas mujeres, casi esqueletos, como ejemplo de belleza.

La belleza a la Rubens e incluso, la belleza a la Botero, la puedo entender más... mujeres que se notan llenas de vida, rubicundas y risueñas.

En mi trabajo anterior había una chica que entraba perfecto en la definición de gordibuena... derramaba sensualidad por los poros, además de ser de las mujeres más cuidadas y mejor maquilladas de la empresa. Pese a su sobrepeso, tenía un gran estilo al vestir. El único problema es que era muy soberbia al respecto.

Ahora trabajo con otra chica que entra en esa categoría... es dos años menor que yo, pero ya ha recibido una propuesta matrimonial... y lo entiendo, si es muy simpática y divertida: una auténtica belleza real.

Y hoy, que nos visitan las almas de los muertos, hago un voto por la vida y las rubicundas mejillas de las mujeres bellas.

D.


Una mujer que caminaba sobre las vías

Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...