Inquietudes botánicas

Siempre que veo flores o misteriosas plantas, recuerdo que hubo un tiempo, hace un par de años, en que quise ser bióloga: más específicamente, estudiar botánica.

No llegaba yo a los extremos de ponerle nombres de plantas a mis muñecas, como me confesó alguna vez una dama que ha dedicado su vida al estudio de la botánica, a la que tuve el gusto de entrevistar...

Pero si me detenía a mirar con detenimiento las flores y las diseccionaba, como quien quiere descubrir el misterio que hace que sean verdes. Ponía esos fragmentos de flor en el microscopio y los teñía con violeta de gensiana para ver los tejidos de la planta más de cerca.

Cuando llegué a la secundaria y aprendí la existencia de los nombres científicos, me parecía que eran una invocación, como palabras mágicas que llegaban a rastrear la historia de los origenes de la planta...

Sin embargo, para estudiar botánica, había que estudiar primero biología... así que también había que diseccionar ratones y animales con ojos... como sapos.

La sangre me produce tal repulsión, desde la infancia, que supe que tendría que tomar nuevos caminos.

Pero cada vez que veo plantas se me hace imposible no quedarme fascinada y también pensar en sus nombres científicos, como quien evoca una melodía que conocía en su infancia y que tiene casi olvidada.

D.

Atole con el dedo y otras cosas que pasan en México

El otro día un comentario de un amigo mío me hizo pensar en esa bebida polifacética que los mexicanos conocemos como atole. El atole suele ser un preparado de agua con masa de maíz; su nombre viene del nahuatl y significa algo así como "aguado".

Debido a que las vacas no llegaron hasta mucho después a México, los mexicas no usaban leche en su preparación, pero actualmente se acostumbra hervir leche de vaca y disolver fécula de maíz o incluso de otros granos, como el arroz, para darle su consistencia ligeramente espesa.

Lo del espesor depende del gusto de quien lo prepara, pero el atole más ligero incluso se le da a los niños que tienen problemas estomacales para evitar que se deshidraten. En muchos lugares de México, donde no hay leche, el agua caliente con masa de maíz es utilizado como un sustituto.

Para hacerlo más sabroso, al atole se le agrega piloncillo, chocolate y una gran diversidad de sabores, muchos de los cuales ya han sido industrializados, por lo que uno encuentra atole de vainilla, guayaba, piña, fresa, mango, coco, canela, nuez y otros muchos, pues incluso se pueden agregar jugo o pulpa de diversas frutas a la preparación del atole sencillo.

Debido al gran arraigo que tiene el atole entre los mexicanos, el desayuno de "un atole y un tamal", es un gran clásico en pueblos, escuelas y hasta en oficinas; incluso se hace mofa de los oficinistas que llegan a los corporativos con estos preparados tan tradicionales o se hace hincapié a los burocratas que despachan asuntos de importancia con este brebaje a un lado.

Además de los burocratas de atole y torta de tamal, en México tenemos frases como "dar atole con el dedo", que es lo que hacen los políticos cuando prometen hospitales y construyen consultorios comunitarios, o lo que hacen los novios cuando te dicen que te adoran y te aman, pero no lo demuestran. También en México hay gente con "atole en las venas", es decir, gente que parece moverse de manera muy lenta o de proceder casi imperturbable...

En lo personal, mi atole favorito es el champurrado de chocolate o el atole de guayaba (eso si, tibio, porque excesivamente caliente no lo aguanto).

D.

Ketchup y mostaza

V. me dijo que le gustaba la mostaza. Cuando lo conocí me dio una muy amplia explicación sobre por qué era mejor como aderezo y citó sus referencias gastronómicas enraizadas en el cultivo y utilización de la mostaza en las culturas europeas. Además hizo una amplia comparación entre los gustos populacheros y comerciales de su hermano R. que era un fanático de la ketchup.

Yo, que le pongo a mis hamburguesas ketchup y mostaza, sonreí por el detalle curioso... y cuando empecé a salir con V. intenté ver esa pasión por la mostaza como algo común, como hice con otras manías que tenía V. Eso se me hace normal en las relaciones...

Pero nunca le pondría mostaza a unos huevos revueltos. O al arroz. Y es que luego cometo ese error... de querer tomar por propios los gustos de otro, para agradarle.

De la auto anulación no resulta nada bueno, como resultó con el caso de V. Simplemente uno se pierde en la complacencia, se desdibuja, deja de ser...

A veces me pasa en las relaciones y a veces me pasa en el trabajo. Ya muchas veces me he dicho a mi misma que sustentaré mis opiniones, pero veo que mi discurso se vuelve amarillo mostaza con espantosa facilidad.

Quizá me convenga recordar, cuando esté por dar mi brazo a torcer, que las papas fritas saben mejor con ketchup que con mostaza... y eso puede comprobarse, aunque la ketchup no le guste a todos.

D.

¿Por qué sonríes?

Hace ya cuatro años que terminé mis estudios universitarios. Hoy me encontré con un conocido de la generación que me preguntó: "¿Por qué tan sonriente cuando vienes a la facultad, si ya no deberías estar aquí?"

Tenía varias respuestas preparadas bajo la manga para una pregunta así...

a) Sonrio porque me da gusto ver a mis ex compañeros, como él: me trae buenos recuerdos.

b) Sonrio porque me gusta mucho la zona de ciudad universitaria, más cuando llueve y el olor a tierra mojada y el frío neblinoso que baja del Ajusco.

c) Sonrio porque sé que aún quedan personas en esa escuela que se acuerdan de mí de una buena manera y que me las puedo encontrar a la vuelta de la esquina.

d) Sonrio porque a veces es un escudo, porque no siempre quiero dar explicaciones o pongo cara de ardilla tímida y desorientada, en lo que pasa la tormenta.

Sin embargo no di ninguna de esas, ni siquiera la verdadera:

e) Sonrio porque me da la gana.

D.

El sútil arte del regateo

En general, no sé regatear. Creo que es una costumbre que uno debe aprender entre calabazas y zanahorias, a la sombra de una tela rojiza, en un mercadillo polvoso.

Muchos de nosotros crecimos en un sistema de mercado mucho más inflexible, en donde el precio de la etiqueta era el precio de compra.

Sin embargo, he sido testigo de como mi tía logra fabulosos descuentos gracias a su habilidad para regatear... también he visto con asombro las subastas, donde el encargado de dirigir la subasta funge como regateador experto...

Pero alguna vez he visto como el regateo lleva a las circunstancias más indeseables, e incluso puede lograr que tu precio se vaya a las nubes o se termine la posibilidad de compra.

Solcitaré clases... ¿Alguien de ustedes sabe regatear con estilo?

D.

Las ciudades invisibles: el sistema simbólico de la narración del deseo

El día jueves regresé a casa con mi amiga J. que me venía contando de una serie de libros que está revisando en su maestría; en estos textos de analiza las representaciones sociales que se hacen de las ciudades. Así, hay una edición completa de libros de las representaciones figurativas de algunas de las más importantes urbes latinoamericanas: "Bogotá, imaginada", "Buenos Aires, imaginada", "Caracas, imaginada".

Y es que las ciudades son concreto y varillas, hasta que las poblamos de sueños... por eso me acordé tanto del libro de Italo Calvino "Las ciudades invisibles", que perdí no sé donde, porque tenía la más bonita edición (de editorial Siruela) y seguro la presté y no me la devolvieron. (Eso es un mal que no puedo quitarme. Me digo a mi misma que es una forma de repartir cultura por el mundo, aunque luego extraño mis libros, sobre todo cuando son ediciones bonitas, como esa).

Italo Calvino nos describe en su obra referentes físicos y subjetivos de las ciudades imaginarias, para ayudarnos a visualizarlas mejor, en el caso particular de “Las ciudades y el deseo 2, Calvino nos describe la ciudad de Anastasia, que está rodeada de canales concéntricos y en el cielo se ven cometas. Otros referentes físicos de la ciudad son las mercancías que en ella se comercian: ónix, cristopacio, ágata y otras piedras preciosas.

Entre las descripciones subjetivas que hace de la ciudad están las cosas que puedes comer en este lugar, como la carne de faisán dorado y el modo en que éste se cocina. Incluso la descripción de las mujeres que habitan en la ciudad y que invitan a los forasteros a jugar con ellas en el agua, es una descripción subjetiva, que alude a los sentidos y forma parte del paisaje.
La actitud de las mujeres de invitar al paseante a quedarse es parte de una especie de “estrategia” de la ciudad de Anastasia, para que los visitantes se queden, a través de despertar en ellos el deseo.

Esto es porque los habitantes, incluso las mujeres, son parte de un sistema en el cual los visitantes se tornan habitantes para trabajar en la ciudad y ser poseídos por ella.

El goce de obtener lo que se quiere, en este caso, vivir en Anastasia, es como lograr vivir con el amor de tu vida: eres esclavo de esa pasión que te domina, así como vives esclavo de esa ciudad que amas, pues al trabajar de tiempo completo en ella, te abandonas a ti mismo. “Tu afán que da forma al deseo, toma del deseo su forma y crees que gozas de Anastasia, cuando sólo eres su esclavo”

En el caso de la descripción de Anastasia, la ciudad es dibujada como traicionera, pues despierta deseos en el visitante. La belleza de la ciudad representa una trampa para los viajeros que se quedan seducida por ella. Los mismos habitantes son cómplices de la ciudad al hacerla tentadora; de allí que el narrador clasifique como una ciudad “a veces benigna, a veces maligna”; es imposible confiar en las motivaciones de la ciudad, porque no posee una conciencia, sin embargo hace súbditos a sus habitantes.

El narrador habla de Anastasia como una ciudad muy bella, en la cual dan ganas de quedarse debido a la riqueza de sus piedras preciosas, lo seductor de las mujeres que allí habitan, lo hermoso de los canales que la circundan. Pero él mismo hace una observación de carácter cultural al aseverar que, los mismos pobladores de la ciudad son esclavos de su belleza y presos de su deseo: no hay nada que nos atraiga más que aquello que inventamos para que nos seduzca.

El deseo toma la forma de cualquier cosa que visualicemos como aquello que nos hará felices y el trabajar por obtenerlo, en este caso, el vivir en esta ciudad de nuestros sueños, es una forma de entregarnos al deseo, pero a la vez de esclavizarnos a él, para querer hundirnos en lo que en realidad es lo inalcanzable.

D.

Necrofilia simbólica: la mierda que arrastramos sin remedio

Necrofilia es la parafilia de la excitación con cadáveres, pero el concepto de necrofilia simbólica se refiere a esa pasión que tenemos los seres humanos a un excesivo apego a las cosas del pasado: lo que incluso podríamos clasificar como "lo muerto".

Creo que no soy la única que lo hago. Y es que a veces cuesta mucho despegarse de esas cosas, a pesar de que sabemos que incluso nos hacen daño.

Así como el submarino descompuesto de Homero Simpson seguía inspirandole un antojo imposible de resistir ("No puedo enojarme contigo...") zapatos viejos, relaciones muertas, recuerdos ácidos, fotografías amarillentas de los bordes, ropa inservible...

La mierda que arrastramos sin remedio.

Así como hay muertos debajo de las camas que nadie barre, debido a la inmensa acumulación de polvo, también puede haber muertos en nuestra espalda, asfixiandonos como fantasmas japoneses, provocandonos un inmenso dolor en el cuello, que no sabemos de donde viene.

Ese apego mortifero nos esclaviza y nos impide caminar: pero lo peor es que a veces ni siquiera lo notamos.

¿Que muertos nos mantienen? ¿En qué oscuros fondos ataste tu barca, que ahora arrastras limo del río Estigia?

A veces, por si acaso, me sacudo los hombros, barro la casa, me miro al espejo y me digo a mi misma... Let it be.

D.

Teresa Margolles: después de la muerte

En México tenemos una larga historia de affaires con la muerte. Desde los sacrificios humanos que se llevaban a cabo con fines rituales antes de la conquista, pasando por las torturas de la Santa Inquisición, sin descontar las lugubres leyendas del mundo Novohispano y las cabezas de los héroes patrios colgando en las esquinas de la Alondiga de Granaditas, en Guanajuato.

Hay muertos y decapitados por doquier, si se ven en las esquinas de nuestro México se encuentran en todos los pueblos historias de machetazos y casas con fantasmas... y ni que decir de los deudos que ha dejado el narcotráfico y los crimenes violentos, que se suceden como cuentas de un rosario rojo, de gotas de sangre.

Ante esta realidad de violencia, la obra de Teresa Margolles causa admiración y cierto espanto, como un estremecimiento que revuelve el estómago. Sus instalaciones mueven a la reacción, pues casi en su totalidad tienen ecos de esa muerte, pues Margolles trabaja con materiales orgánicos, como podría ser el agua que lava a los muertos desconocidos de las morgues, las sabanas que envolvieron el cuerpo que fue privado con violencia de la vida y, en una de sus obras más conocidas, hasta la lengua de un hombre con un piercing, exhibida en una vidriera.

Más allá del debate sobre si eso será arte o no (el cual dejo al juicio de los lectores, o mejor aún, de los expectadores de la obra), me parece significativo el debate que propone Margolles de pensar la muerte desde lo que queda en el mundo, como huella de la efímera presencia del ser humano.

Teresa Margolles es originaria de Cualicán, Sinaloa; uno de los estados de México que es tristemente celebre por su presencia de eventos violentos (ya son pocos los estados que se salvan, pero Sinaloa tiene un historial ya algo largo de eventos relacionados con el narcotráfico)

La obra de Margolles, sin embargo, su obra individual se empezó a desarrollar en el Servicio Médico Forense de la ciudad de México y la ha hecho llegar lejos, pues fue representante de México en la 53ra Bienal de Arte de Venecia.

"El arte sana las heridas", dice Margolles, quien acudió a lavar las sabanas impregnadas en sangre en agua de mar, como un performance.

Yo, que soy hematofóbica, siento un estremecimiento sólo de pensar en sus instalaciones. Pero les platico de su obra porque me llamó la atención... como para hacer homenaje de cuando mi blog se llamaba "El templo del morbo".

D.



Nunca me vi tan guapa como en tus ojos

En un cuarto lleno de cien mujeres mexicanas de mi edad, probablente habría 79 que serían más bonitas que yo...

Nunca me he considerado guapa, ni de niña, cuando me veía como una persona muy simple; ni de adulta, cuando, al mirarme al espejo, lo primero que veo es mi nariz y luego me fijo en las mil imperfecciones que vuelven asimétrico mi rostro.

Mi familia tampoco alentó esa falsa concepción que tienen algunas niñas de ser más guapas que cualquiera. Sobre mis atributos físicos, lo más halagador que le sonsaqué alguna vez a mi padre fue: "te ves más espigada con ese vestido".

Así que mi percepción era que más bien me veía como una espiga de trigo... natural y balanceada, pero no mucho más. Y eso en un buen día.

En mí nunca cayeron en tierra fértil conceptos como: "estás bellisima", "eres una princesa", "te ves super guapa". Cuando alguna vez me armé de valor y le pregunté a mi mamá: "¿crees que soy bonita?", ella me sonrió y me dijo alguna intelectualización reconfortante, pero a la vez algo dolorosa, como: "bueno, no eres una reina de belleza, pero tus rasgos son bastante simétricos..."

Así que hasta la fecha no acepto muy bien cumplidos a mi aspecto físico. Simplemente no me los creo.

Esto porque ayer un amigo insistía en que me veía guapa.

Lo cierto es que me he visto bonita algunas veces. Hasta yo debo reconocerlo. En parte porque alguna ropa me favorece o amanezco con ese brillo que nos toca a algunos días en la vida.

Pero eso pasa rara vez.

Sin embargo, hay días que, mirandome en los ojos de alguien, no puedo evitar más que sonreír, seducida también por el reflejo que me sonríe. Esos son días buenos.

D.

Miércoles de cine

Como una iniciativa para promover la industria cinematográfica en México, se estableció que el miércoles sería de dos por uno...

Así que, al menos por un tiempo, llegué a entrar al cine por $10.00, es decir, menos de un dolar... Y eran tiempos felices.

Pero eso ya fue hace mucho tiempo: los cines pasaron de la promoción de 2 por 1, a sólo hacer un descuento simbólico en miércoles.

Ahora rara vez voy al cine en miércoles. Esta vez fui el domingo a ver Sector 9, pero como no escribí nada al respecto ese día, hoy es una excelente ocasión.

Sector 9 (District 9, en su título en inglés) tiene un poco para todos: un poco de amor, para los cursis; un poco de disparos (o mucho, según se considere) para los adictos a la adrenalina; un poco de reflexión social y crítica, para los que sienten un compromiso social.

La historia: unos extraterrestres llegan a la tierra en calidad de refugiados y son confinados a unas barracas que recuerdan a cualquier zona lumpen - proletaria. La ciudad perdida se vuelve un punto de preocupación para la gente de Johannesburgo y las protestas sociales obligan al gobierno a reubicar la colonia extraterrestre.

A cargo de este proyecto queda un mamarracho patético que es el "casi" protagonista de esta historia... sin embargo hay una evolución interesante del personaje, aunque sigue siendo tridimensional, con sus facetas contradictorias.

El otro protagonista de la historia es un bicho, con su inteligente hijo, que desea darle un futuro distinto a su especie... Claro, las dificultades estarán a la orden, sobre todo porque es un bicho contra el mundo...

Recomendable, alcanzó las cuatro estrellas en la escala de cinco... el único pero que le pongo es que me dejó con demasiadas dudas. ¿Secuela?

D.

Hacer fiesta en la oficina

Sonó el teléfono y mi vestido verde se movió para contestarlo.

Yo no me moví tanto, pero el vestido verde armó un tremendo revuelo, como de playa revuelta que se estira sobre la arena del escritorio.

Era una sombrilla de colores, que se comunicaba conmigo para exigirme un minuto de sol.

Le dije que esperara, que no era tiempo de hacer fiesta, pues era lunes... ¡y de octubre!

Ni siquiera se prestaba para festejar el verano. Hacían como diez grados allí afuera y quizá cinco, adentro, detrás de las persianas polvorientas.

Pero la sombrilla de colores giró con fuerza hipnótica a través de la bocina y me hechizó para decirme que no hay excusas que valgan, cuando hay ganas de vivir la vida.

¿Y que más da que sea lunes, martes, miércoles u otro jueves cobarde?

¿Y que más da, si tenemos un sueño en la piel?

Salí de allí a toda prisa, con ganas de tragarme el mundo a puños... corrí por calles llenas de hojas y naufragué en la dulzura de colores de esa sombrilla que me esperaba colgada de la rama de un arbol.

No llovía, ni hacía frío.

La sombrilla me dijo que tenía pensado aprender a bailar, andar en la cuerda floja y hasta recuperarse de un par de descalabros...

Y es que las sombrillas de colores corren mucho peligro en estos días.

Yo caminé con la sombrilla por un parque en la colonia Condesa: había una fuente de aguas turbias y nos reímos de las rayas del pasacebras.

La sombrilla y yo nos solazamos frente al pendulo de arena de una cafetería con el mismo nombre "Pendulo".

Recordé que estaría sola, en casa...

Y eso me dio una tristeza infinita.

Tanta, que con mis lagrimas la sombrilla se tiñó de azul.

Regresé a casa con la sombrilla cerrada.

Quizá la olvidé en uno de los pasamanos del tren...

No lo sé de cierto.

Lo supongo.

D.

Ponerse la camiseta...

Esta mañana me tocó ir a buscar los víveres para la subsistencia de mi familia y, en el pesero, iba escuchando la platica de una chica muy arreglada, con trajecito sastre, que comentaba con su amiga lo emocionada que estaba porque, en breve, acudiría a una exposición de artículos de maquillaje.

Posiblemente esto fue lo que motivó que prestara atención, porque aunque no soy una usuaria regular del maquillaje, era de mis propósitos de este año: aprender más de esto...

La joven argumentaba que esas exposiciones eran geniales, una magnífica oportunidad para hacer negocios y que la llenaba de emoción...

Llegué al centro comercial y me entretuve en mis compras. Cuando pasé a comprar unos artículos de la sección de perfumería me sorprendí: la chica del transporte publico era una promovendedora, de estas que te dan la muestra gratis de perfume o te ofrecen un nuevo color de labial que haga juego con la temporada otoño invierno...

Es que era una chica con la camiseta de su empresa bien puesta: de esas que cuando les informan que las acciones de la bolsa van bien, se alegran, aunque nunca le llegue un aumento salarial por ello...

Y además sabe usar la sombra tornasolada.

De esas chicas que yo no soy.

D.

Sábado de hacer la colada

Por la mañana me levanté más temprano que de costumbre para lavar la ropa y revisar unos trabajos de Roland Barthes...

Así que mientras pensaba en la connotación y la denotación, llenaba las tinas de lavado y pensaba en el concepto de "hacer la colada" que se usa en España.

Es curiosa para mí, porque "colada" en el castellano de México significa otras cosas...

El agua de fruta puede tener semillas o ir colada, es decir, pasada por un colador, para evitar pedazos grandes, cáscara o semillas...

Los albañiles toman muy en serio la tarea de "echar el colado", cuando vacían el cemento sobre la estructura de varillas, con la finalidad de hacer una losa de concreto... Tan importante resulta que es costumbre en México que ese día el encargado de financiar la obra les ofrezca de comer a los trabajadores de la construcción.

A pesar de que no entiendo como es que las mujeres españolas hacen la colada, terminé de calificar los ensayos de Barthes y me dispuse a tender...

Y luego vine a contarles de mi reflexión lingüistica sabatina, para demostrar que no tengo otras ocupaciones, así que alguien debería apuntarse a invitarme un café.

"Dentro de unos años estarás acabada..."

D.

Mi vida antes y después de Insurgentes

La avenida de los Insurgentes, la más extensa de la ciudad de México, atraviesa de sur a norte la urbe... Termina en los entronques con las carreteras de salida a otras dos ciudades del país: la Autopista México - Pachuca y la Autopista México Cuernavaca.

Sin embargo y a pesar de cruzar importantes sitios de interés histórico, social y cultural (vamos, que hasta pasa a un costado de la Ciudad Universitaria, donde estudié y aún acudo con regularidad), hasta este año, nunca había tenido relevancia para mí.

Será porque, al vivir en el oriente de la ciudad, no tenía mayor motivo para el cual ir a Insurgentes.

Entonces aquel notable conjunto de oficinas de gobierno, teatros y restaurantes, que forman parte de lo que es conocido como "Insurgentes Sur", se me hacían una gran muestra de snobismo y fantochería.

Otras partes, como la estación de trenes de Buenavista, tenían ecos de nostalgia de algo que ya no estaba allí...

Pero no fue sino hasta este año que tomé por primera vez el famoso sistema de transporte "rápido" llamado Metrobus, que desplazó todos los peseros (esos si, con "s") que recorrían la avenida de los Insurgentes.

Entonces fue que tomé conciencia de la ubicación de el parque Hundido (con su reloj hecho de flores naturales), el World Trade Center, el teatro de Los Insurgentes y tantos otros sitios por los que pasean los turistas.

En eso venía pensando hoy, cuando vi que la gente del Turibus (que también es rojo, como el Metrobus en el que iba) tomaba fotos de lo que ahora es mi camino diario a la oficina.

Yo también debo guardar un lugar para el asombro, so riesgo de convertirme en un mueble más... cosa que, por desgracia, me pasa con frecuencia.

Facebook y los pecados capitales

Hace poco me uní a la red social Facebook. A pesar de que desde antes conocía el concepto de redes sociales el auge de esta en particular me llamó la atención como fenómeno comunicativo...

Sin embargo, entre las críticas de caracter moral que pueden hacerse a estos programas está que, incluso en mí, he identificado una serie de hábitos perniciosos que son consecuencia de estar metido en el Facebook...

Gula: quizá este sea de los menos obvios de los pecados capitales relacionados con las redes sociales, pero es básico: siempre quieres más. Hay un apetito desmedido por saber más, leer más, picarle más, conocer otras aplicaciones. Es increíble el tiempo que pasa uno buscando "un poco más"... el pecado del exceso desmedido.

Lujuria: entre las fotos sexys que uno puede subir y las que observas de otros (ese vouyerismo gratuito) los deseos de la carne y la inquietud del alma se despiertan. Aunque no siempre se vean recompensadas, porque hay fotos que, por querer parecer sensuales, resultan todo lo contrario y producen risa.

Ira: ya perdí la cuenta de cuantos ataques de celos y momentos terribles me he enterado que han sido provocados por el Facebook. Lo cierto es que son muchos. Eso de saber todo de todos es dañino para la salud mental.

Pereza: no hay trabajo que resista al constante bombardeo del microblogging, ni oficina que no pueda ser afectada con el hecho de que sus empleados pasen más tiempo chismeando que atendiendo a sus deberes.

Envidia: "¿Que quién ya subió las fotos que yo no tengo?", "¡Pero cómo! Si yo empecé a cuidar mi granja antes... ¡Por qué no he podido comprarme un tractor rosa!" Jaja..

Avaricia: al igual que la gula, un pecado de excesiva acumulación e interés por tener más que los otros: busqueda y acumulación de objetos desmedida, a través de la manipulación, los engaños o hasta el robo.

Soberbia: el más serio de los pecados capitales... la convicción de que eso les puede pasar a los demás, pero no a mí. Incluso la idea de que nuestra superioridad moral nos salva de los otros pecados. ¿Pero es así?

D.

Identidad sustituta: el cielo ya no es tan azul, el agua no moja tanto, pero las mujeres aún mienten

El cielo es azul,
el agua moja,
las mujeres mienten.

El último boy scout

Este fin de semana fui a ver "Identidad sustituta" al cine. La trama es simple, aunque tiene algunas implicaciones interesantes: en un futuro no muy lejano puedes dejar que duplicados robóticos tuyos cumplan las aburridas tareas cotidianas mientras tú te quedas en bata o pijama a ver la tele mientras tu robot sufre la inclemencia del clima, los apretujones matutinos, los riesgos de la calle como ser atropellado o lanzado por una ventana (tan común en nuestros días).

El doble de Bruce Willis es una copia en plástico de la cara que tenía cuando era pareja de Cybil en Moonligh: un tipo rudo, que se puede dar el lujo de perder un brazo al perseguir a un maloso que atenta contra el bienestar de la sociedad.

Hay un intento de matar al creador de los robots sustitutos a través de una potente arma que ha sido desarrollada por la propia empresa que vende los robots (el capitalismo en pleno), así que la busqueda de nuestro héroe es por ver quien está detrás de esta conspiración.

Bruce nos demuestra que "mi vieja mula ya no es lo que era"... Pero aún así disfruté viendolo enamorado de su esposa, aunque ella fuera una vieja fachosa y superdeprimida que subsistía gracias a ser poseedora de una Barbie que la libraba de afrontar la realidad.

Palomera... y claro, no tan divertida como El último boy scout, que según Ladahir, debería ser proclamado cine de culto.

D.

Cosas de la oficina

Pues heme de nueva cuenta aquí, en el mundo oficinezco, disfrutando la posibilidad de la llegada de las quincenas y aprovechando la hora de la comida de mis compañeros para escribir una entrada...

Había olvidado lo genial de las pausas para el café, lo lindo que es caminar fuera y el olor a desinfectante que usan todas las señoras de la limpieza.

Había olvidado que molestas son las personas que leen la biblia en el camión, pero que no son para ceder el asiento a las mujeres embarazadas o a los ancianos.

Había perdido la noción de llegar tarde y la sensación de empezar la jornada laboral...

Pero bueno, el ser humano es un animal de costumbres.

No tardaré mucho en acostumbrarme.

D.

Chapingo: la explotación de la tierra, no del hombre

El sábado fui al penúltimo día del doble evento organizado por la Universidad Autónoma de Chapingo: la vigésimo quinta feria del libro y la décimo cuarta feria de la cultura rural; esto debido a que la Universidad de Chapingo es una escuela dedicada a la enseñanza de agronomía, economía agrícola, sociología rural y muchas otras carreras de las que tanta falta hacen...

Justo ayer platicaba con mi abuelo sobre lo desconfiado de los campesinos ante los métodos de los ingenieros agrónomos y lo descuidado del campo mexicano. Es tan dura la tarea y tan pocos los apoyos que los más se han decidido a emigrar.

Incluso tengo un primo político que se va cada año a Canada para trabajar allá la tierra en enormes extensiones de campo; aquí, mientras tanto, los estudiantes que saben de cultivos hidropónicos, ciencias forestales, hortícultura y tantas otras cosas, están desperdiciados.

La Universidad Autónoma de Chapingo cuenta con un campus bastante amplio, en la carretera libre México Texcoco, donde además alberga a un nutrido grupo de estudiantes que vienen de lejos a estudiar.

Siempre que se realiza esta feria (y que mis padres se enteran a tiempo) acudimos a comprar productos agrícolas, artesanías y a comer, porque suelen tener una muestra gastronómica, sobre todo de los estados invitados.

Esta vez llegamos con el diente afilado a la Feria, así que lo primero que hicimos fue buscar los puestos de comida... pero en el afán de no distraer a los estudiantes (¿o será plan con maña para que los visitantes llegaramos con más hambre?) los stands de la feria fueron colocados en el área más lejana a la entrada principal, detrás de los campos deportivos.

Para la feria del libro, el invitado especial era Guatemala, pero acudimos después a ver libros bajo la consigna familiar "la panza es primero".

Mi papá pidió un consomé y un mixote de borrego, mientras que mi madre atacó las empanadas veracruzanas y pidió un platano con queso y crema... yo tenía ganas de una tlayuda con cecina y queso de hebra, pero la fila era enorme: así que me conformé con un pambazo con chorizo y papas, de muy buen ver.

Una vez satisfechos nuestros bajos instintos, acudimos al pabellón de las actividades de la Universidad, donde había cultivos hidropónicos de jitomates, lechugas e incluso algunas flores de ornato, también tenían conejos y cucarachas de madagascar... Variedad, pues.

Los otros pabellones eran de artesanías y los recorrí con premura, porque hacía un calor agobiante y faltaba la circulación del aire. (Además me faltaba dinero, porque siempre que uno ve tantas cosas bonitas resulta una tentación: rebozos, joyería, piezas de cristal, cuero, vidrio, hueso, marmol, onix, piedra, madera... tan amplia como es la artesanía mexicana).

Finalmente visitamos la sección de libros: algunas de las librerías eran de libros usados, cercanos a Texcoco, allí había algunas cosas interesantes... (Por fin iba a adquirir "El amante") pero tenían precio de librería de nuevo, así que desistí.

Regresé a casa muy relajada, sobre todo por la caminata en los arbolados prados de la feria de Chapingo, cuyo lema es "Enseñamos la explotación de la tierra, no del hombre" (Y tanta falta que nos hace en estos días...)

D.

15 libros, 15 recuerdos

Yareli me encomendó la tarea de responder a una de esas cadenas en donde le asignas la misma misión a 15 desprevenidos amigos; pero fiel a mi costumbre de reinterpretar las cosas como mejor me parece o más me conviene, lo haré a mi manera.

En primer lugar, no la subiré a Facebook, porque aunque ya le entiendo un poco más a las redes sociales, aún no me siento tan a gusto usando sus aplicaciones. (Excepto FarmVille, donde ya soy una rica terrateniente con muchas cabezas de ganado)

Por otro lado, el mandato era mencionar los 15 libros que te pasaran primero por la cabeza, en menos de 15 minutos, pero desde que leí esta petición de Yareli ya pasaron más de 15 horas, así que ya tuve ocasión de pensar, repensar y meditar sobre lo que pondré, por lo que sería trampa decirles que se me acaban de ocurrir.

Mejor les contaré brevemente por qué esos libros son tan importantes para mí, aquí en el blog, ya que tengo tiempo y es un domingo de esos larguisimos y aburridos donde no hay nada en la tele.

Vamos a ello, pues:

1. La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne: el primer libro "gordo" que leí, cuando lo terminé tenía una sensación de triunfo insuperable, además me gustó mucho la historia y siempre soñé con encontrar un hombre tan puntual como Phileas Fogg. Tenía como 8 años.

2. Asesinato en el Oriente Express, de Agatha Christie: el primer libro de misterio que terminé, a los diez años. Igalmente me dejó intrigada y conocí de mi llamado para consumir novelas de este género. No me enamoré profundamente de Poirot, pero si me daba risa su bigote.

3. Tengo un monstruo en el bolsillo, de Graciela Montes: este libro cuenta la historia de mi infancia, no sé como la argentina Graciela se enteró de todas esas cosas que según yo guardaba en lo fondo de mi cabeza o en mi diario... pero el caso es que ella supo de ello y lo puso en un librito amarillo. Increíble historia. Un caso de pura telepatía intercontinental. Lo adoro. Otros libros, como "El bolso amarillo" de Lygia Bojunga o "Corinna" de Renate Welsh, compitieron en esta categoría de marcar mi infancia, pero Graciela los superó por mucho. Tenía como 12 años.

4. Azul, de Rubén Dario: este librito lo conocí por un cuento de un niño que se quedaba sólo en casa y revolvía la biblioteca de su padre. Me llamó la atención el título y cuando lo pude comprar lo forré de azul antes de leerlo. (Mi edición, de Editorial Porrua, es gris). A eso se le llama vestir de azul al príncipe gris. Por eso tuve durante muchos años la idea de que poesía era aquello que hablaba de amores imposibles, cisnes, princesas, lirios y demás, cuestión que me costó mucho desfacer en mi cabeza.

5. La insoportable levedad del ser, de Milán Kundera: me gustó este libro porque tenía pasta gruesa. Lo empecé a leer porque cuando tenía 14 años quería ser filósofa y en la contraportada decía que se trataban temas de gran importancia filosófica. Cuando lo empecé me di cuenta de que había muchas cosas más. Con el tiempo mi relación con ese libro ha cambiado. Lo he leído y releído muchas veces. A veces sólo lo abría al azar, como si fuera un oráculo. Me gusta mucho, aunque creo que, en honor a la verdad, ya no es mi libro favorito, como era antes.

6. El proceso, de Franz Kafka: este libro lo leí hace diez años, cuando la Universidad Nacional Autónoma de México estuvo cerrada por diez meses y yo tuve unas vacaciones inter anuales muy largas. El sentimiento de opresión y falta de alternativas que se plantea en el libro me llegó mucho y aunque no lo he leído de nuevo desde entonces, me gustó mucho y es mi libro favorito de Kafka.

7. El amor en tiempos de colera, de Gabriel García Márquez: mi libro preferido de "El Gabo", desde que lo terminó empezó su decadencia... Jo. Lo leí bajo las aspas de un ventilador verde, en casa de mis abuelos, a unos 36 grados de temperatura, por lo que para mí todo eso pudo haber ocurrido con facilidad en Veracruz. Me imaginaba que Florentino Ariza me estaría esperando a la vuelta de cualquier esquina de la población donde me quedaba con mis abuelos. Pero no...

8. Crimen y Castigo, de Fiódor Dostoievski, razón por la cual le puse a mi ratoncito de peluche Raskolnikov: el personaje central de esta novela me inspira tanta ternura, en su complejidad y sus dilemas morales que me resultó fascinante. También tuve mucho tiempo para leerla en la huelga de la UNAM. Ya no me he animado a leer nada más de Dostoievski.

9. Mujeres de ojos grandes, de Angeles Mastretta: a Angeles la conocí en la universidad, me la recomendó mi profesora del Taller de Lectura y redacción. Aunque primero leí "Arrancame la vida", cuando me topé con el librito de cuentos "Mujeres de ojos grandes" y conocí las historias de las mujeres poblanas (todas como de la familia, al fin eran "tías") me quedé prendada de ellas. Otra que se robó mis diarios.

10. El corazón de Piedra Verde, de Salvador de Mandariaga: este libro me lo regaló Nezumi y le puso una dedicatoria muy adecuada. Lo leí en mi viaje a España y me dio mucha ternura hacer el viaje en el sentido contrario de lo descrito en el libro. Esto pasó hace (dios, que rápido) casi tres años.

11. Sputnik, mi amor, de Haruki Murakami: como una reminisencia de los años en que me enamoré del ánime y el manga, con su extraño sentido de la sexualidad y curiosa concepción del mundo, este libro lo compré con unos vales de regalo que me dieron T y D en mi cumpleaños. me encantó la historia y me dejó convencida de que me queda mucho por leer en otros países.

12. Pedro Páramo, de Juan Rulfo: había leído "El llano en llamas" en la secundaria y me habían gustado algunos cuentos. Otros no los entendí. No fue sino hasta la universidad que me reencontré con Rulfo y entendí el por qué ya no había querido escribir más después de Pedro Páramo. Aterradora y magnífica, nunca veré los pueblos de México igual después de esta fantasmagórica travesía literaria.

13. Historias de amor - Del fondo del mundo prostituto sólo historias guardé para mi puro, de Rubem Fonseca: una antología de algunos cuentos de este autor que me aterroriza y me encanta. Me trae muchos recuerdos de una época de mi vida confusa y violenta, llena de escenas cinematográficas. Es casi como ir a una proyección en formato de 8 milimetros. Es oscuro, da escalofríos, pero a la vez nostalgia.

14. La estrategia de la ilusión, de Umberto Eco: una colección de ensayos de este semiólogo italiano genial, que me hacen reír, sonreír y hasta lagrimear un poquito. Tiene las dos cosas que más me seducen en la vida: inteligencia y sentido del humor.

15. Los cuadernos de Don Rigoberto, de Mario Vargas Llosa: de donde saqué aquello que por cada cien libros que tenga, debo de regalar uno (quemarlo es demasiado drástico, contamina el ambiente y priva al mundo de un libro); todo sea para difundir la cultura y no quedarse demasiado estancado...

Pero de todas formas, de estos 15 libros no me desharía jamás.

D.

Derechos de la infancia

Hoy fui a la décima cuarta feria de la Cultura Rural en la Universidad Autónoma de Chapingo, en el Estado de México...

Pero esta entrada no es de la feria (igual pongo una entrada sobre la feria después). Es sobre algo que me conmovió el corazón, quizá porque ya no trato mucho con niños: vi a dos chiquillos de unos tres o cuatro años jugando con la tierra, enlodados y felices.

Ya sé que los que tratan con niños saben que esas criaturas son peligrosas, muerden, hacen rabietas y demás. Pero me acordé de cuando yo misma era niña y tuve esos privilegios: el derecho a jugar en la tierra y hacer pasteles de lodo, casas con cobijas, correr en el pasto.

Me inquietan los niños que pasan demasiado tiempo encerrados y que ya no han tenido ocasión de enmugrarse, hacer un barco con una caja grande de cartón y asustarse de muerte por los robachicos.

Ningún niño debería de ser privado del privilegio de llevarse puños de tierra a la boca, hacer una casa del árbol (aunque sea en un árbol del parque) y rasparse las rodillas al aprender a bajar de los columpios o de la bicicleta con gracia.

Entre la pobreza extrema y la falta de sensibilidad provocada por el exceso de la tecnología, los niños se han convertido en adultos demasiado pronto: entre los que tienen que trabajar desde antes de aprender bien a caminar y los que se la viven descargando las novedades de juegos en sus teléfonos móviles.

Como diría Ismael Serrano... Si Peter Pan viniera...

Si Peter Pan viniera a buscarme una noche azul,
que me sorprenda a oscuras. Por favor, que no dé la luz,
no vaya a descubrir que suelo mentir
cuando juro ser aún ese niño.
Quién le va a contar que la gran ciudad
no dejó ninguno ninguno, ni uno vivo.

Estrellas fugaces, mi más breve instante, respiran el humo,
escuchan el mudo rumor que nace en sus vientres.
Fueron arrojados al acantilado
de la cruel favela,
huyen de las hienas, de escuadrones de la muerte.

Si Peter Pan viniera a buscarme una noche azul,
que se extingan los soles, ¿dónde diablos te esconderás tú?
Mowgly coserá botas en Ceilán,
no escuchará rugir de noche a Bagheera.
Tom Sawyer reirá tras el humo del crack
si en esta redada logra salvar la vida.

Si Peter Pan viniera a buscarme una noche azul,
que nos sorprenda a oscuras, por favor apaga la luz.
Si quieres evitar que en la tempestad
le queme la fiebre de niños ancianos.
Quién le hará entender que al amanecer
cierran con grilletes sus ojos cansados.

Niños que perdí, a los que mentí,
gritan a lo lejos, arañan el hielo de la luz de la mañana.
Niños con espinas, con cuencas vacías,
que te lanzan piedras,
tiñen las sirenas de todas las ambulancias.



D.

Zurcir calcetines y otras actividades propias de las princesas

Como en casa no tenemos ayudantes domésticos, mi familia se reparte lo más equitativamente posible las tareas... algunas no me gustan (como planchar) y otras sí: como zurcir los calcetines, hacer dobladillos y pegar botones.

Mi afición por la costura viene de mi infancia: mi mamá contaba dos cuentos relacionados con la virtud y las artes de la costura, uno de los cuentos provenía de mi bisabuela. Era la historia de satanas y la virgen, cuando deciden ponerse a dobladillar las capas de los ángeles y los diablos.

La virgen tenía que dobladillar 100 capas de angeles y satanas tenía que dobladillar 100 capas de diablos; la virgen cortaba pequeños fragmentos de hilo blanco y daba puntadas casi invisibles. Tenía que ensartar la aguja varias veces mientras cosía una misma capa, pero sus puntadas eran delicadas y cuidadosas: hechas para durar mucho tiempo.

Satanas, por el contrario, presa de todos los pecados capitales, usaba largos fragmentos de hilo, que se le enredaban y le dificultaban la tarea; intentaba hacer puntadas largas, que dejaban la tela floja y notables marcas del hilo.

Total, la virgen termina antes su tarea y esta fábula representa el trinfo de la virtud sobre la pereza y la falta de organización...

Otro cuento que me convenció de la realeza de las artes de la costura fue el cuento de "¿Sabes guardar un secreto?", en el cual un principe encontró que las tres hijas del molinero eran las mujeres más bellas del pueblo, por lo que decidió escoger entre ellas a una por esposa.

Para probar su discreción, le contó a cada una un secreto. La hija mayor, al sentirse mortificada por la naturaleza del secreto, acudió al pozo del pueblo y gritó allí la vergonzosa noticia. Sin embargo, el agua que reposaba en el pozo se enteró de la historia y no dudaba en cantarla con su cristalina voz cada vez que sacaban un cantaro con agua: "El príncipe tiene un agujero en el calcetín izquierdo". Así que la hija mayor quedó descalificada de la competencia.

La hija de enmedio también escuchó un secreto infamante del príncipe. Al no poder contener para ella sola la historia, decidió ir a contar el secreto en los surcos donde se sembraría el trigo de esa temporada... pero al crecer, los trigales cantaban con el viento: "El principe tiene un agujero en el calcetín derecho".

La hija más pequeña del molinero también escuchó un secreto del príncipe. Pero ella sólo se atacó de risa al escucharlo y después guardó silencio, pese a que muchas veces sus envidiosas hermanas intentaron sacarselo tras meterle tremendos ataques de cosquillas, ella nunca reveló cual era el misterio que guardaba el príncipe.

Así que el guapo heredero del reino decidió casarse con ella y se la llevó al castillo, donde vivió muy felizmente, cosiendo calcetines días y tardes, frente a la ventana.

De allí se desprende la moraleja que más vale ser chismosa a vivir el resto de tu vida zurciendo calcetines ajenos.

O algo así.

D.

Llegar hasta el final

Al despedirme de mi amigo S. un malestar me invadió... la sensación de que las cosas no podrían permanecer como antes, quizá. Estabamos en Insurgentes, a la altura de mi antiguo trabajo, donde nos conocimos.

Me senté en un puesto junto a la ventana y dejé que el transporte avanzara por la gran avenida : los comercios se fueron sucediendo, uno detrás de otro... Miré el reloj de nueva cuenta y me percaté de que no llegaría a tiempo a mi taller literario de los jueves.

Por un lado me sentí mal, pues hubiera podido quedarme más tiempo con S. Por otro lado, me di cuenta de que nunca había recorrido toda esa línea, hasta el final de la avenida Insurgentes.

Me dio curiosidad la posibilidad de llegar hasta el final... aunque mientras lo pensaba, recordaba que el camino de regreso sería igual de largo: quizá tendría hambre, sueño, sed, calor...

La tarde se mostraba soleada y llegué a la zona universitaria. ¿Me bajaría?

Pensé en el disco de Pedro Guerra que estaba todavía en mi bolsa, regalo de S. Me daban ganas de escucharlo. No se puede todo. Decidí no bajarme del transporte publico.

Pasé por la pirámide de Cuicuilco, por el parque ecológico de Loreto y Peña Pobre y recordé lo enorme de la ciudad... ¿Todavía estaba en la ciudad?

Aún tenía ganas de llegar hasta el final, pero no sé exactamente que me detuvo. ¿Hambre, sed, sueño? ¿Miedo?

Lo más básico...

Finalmente, de regreso a casa, le dije a mi papá que había regresado para escuchar a Pedo Guerra. Pero ahora, justo ahora, mientras lo escucho, pienso... ¿Realmente quería escuchar a Pedro Guerra o simplemente me paralicé por el miedo?

D.

Chucherías

Apenas me confirmaron que me remunerarían unos trabajos que realicé hace poco me dediqué a hacer la lista de las cosas que necesito comprar: unos lentes nuevos que sustituyan a estos que tan buen servicio me han dado, unos audífonos para que deje de vivir en la época del sonido monoaural y regrese al universo estéreo, una crema humectante, porque la vida no pasa en vano...

Pero hoy, tras despachar unos asuntos urgentes en la oficina de correos, pasé por una de esas tiendas de artículos chinos con la genial promesa de "todo a tres pesos" y caí en la tentación de comprarme unas ligas para el cabello, pese a que no estaban en mi lista y de hecho aún tengo varias.

Es cierto: Corso, mi gato, gusta de sacar las ligas y jugar con ellas hasta dejarlas echas unas tiras inservibles... pero no por eso tenía que lanzarme a comprarlas. De hecho, había evitado con sutileza y gracia esas tiendas casi todo este año: son fuente de necesidades inútiles...

De hecho, mientras salía, el barniz de uñas negro me susurró "llévame" y también estuve por adquirir calcomanías... ¿Para qué quiero yo calcomanías? Para nada, en absoluto. Es sólo una tentación terrible, pasar a esos botaderos de artículos inútiles para comprar cosas que no necesitas... pero tan irresistibles.

D.

Una dama para dos: ambigüedad a la francesa

Como parte de la 50ma muestra Internacional de Cine Francés, llegó a México la película de Claude Chabrol "La fille coupée en deux", que fue traducido como "Una dama para dos", aunque más literalmente sería "La chica cortada en dos".

Ayer platicaba con B. que el título en español resulta una mentira, puesto que la protagonista,
Gabrielle, interpretada por la hermosa Ludivine Sagnier, nunca está en realidad "dividida" por el sentimiento amoroso: ella es clara en amar al personaje del escritor Charles Saint - Denis, a quien conoce en su trabajo como reportera del clima.

Gabrielle se enamora de manera obsesiva de este hombre, pese a que Saint - Denis es mucho mayor que ella y casado, incluso se convierte en su amante y acepta el jueguito aquel de "él dejará algún día a su mujer para quedarse conmigo". Jo, jo.

Charles Saint - Denis, por otra parte, es un personaje que está bien dibujado: un escritor de éxito que ha decidido alejarse de los circulos intelectuales de Paris, para vivir con su esposa en una casa de Lyon, pese a que le gusta frecuentar un club muy selecto con sus amigos, para intercambiar citas citables. Su vida transcurre con placidez gracias a las dos mujeres de su vida: Capucine, su editora y su esposa, que (como casi todas las esposas de los hombres infieles) es una santa.

Posteriormente nos enteraremos que Charles Saint - Denis tiene otros gustos particulares en cuanto a sexualidad se refiere, pues sus perversiones incluyen el vouyerismo y los disfraces de animales... pero eso sólo es sugerido de manera muy ambigua, porque Chabrol hace una película estéticamente muy "cuidada" y no contiene desnudos ni otras escenas de sexo escandaloso que puedan parecer inapropiadas... (Incluso diría que peca un poco de eso, porque hasta la guapa Gabrielle aparece siempre con vestuario super cubierto... ¡Vamos, que ni una minifalda tenía la vestuarista a la mano!)

Gabrielle, cuya carrera como periodista va en ascenso, descuida su familia y su trabajo para procurarse más escapadas con Charles Saint - Denis, quien desde un principio le advierte que debe tener cuidado con él. Pero ella decide aventurarse e incluso ser su cómplice en los juegos sexuales (que sólo son sugeridos y nunca mostrados) de Saint - Denis, hasta que él decide terminar de tajo con ella e incluso cambia la cerradura del lugar donde se reunían en París.

Desolada por la ruptura amorosa, Gabrielle cae en una grave depresión y para tratar de animarla, su madre decide llamar a uno de los pretendientes de Gabrielle, Paul Gaudens, un rico aristocrata que vive de sus rentas en un entorno de mimos y despilfarro.

Gaudens, el tercero de este triángulo amoroso, es un tipo algo desquiciado, cosa que se entrevee por la relación que lleva con su estirada madre, los sacos de terciopelo que usa (horribles casi todos ello, ¿a quién se le habrá ocurrido eso?) y la constante compañía de un sirviente que hace las veces de su nana, porque es un junior malcriado y desagradable. Paul Gaudens lleva de viaje a Gabrielle y le ofrece de todo para sacarla de su estado depresivo, sin embargo, ella sigue pensando en Charles, a quien considera el amor de su vida.

Las escenas finales, que hacen alusión al título de la película, muestran a una Gabrielle cortada en dos en un acto de magia, donde una sierra la divide por la cintura y le arranca una lágrima.
Quizá cuando tenemos que elegir en un momento así siempre hay un lugar hacia donde se dirigen nuestros pies, pero otro lugar a donde nos lleva nuestro corazón.

Creo que es un ejercicio interesante, basado en hechos de la vida real, según leí; aunque sigo pensando que Chabrol fue demasiado ambiguo en su planteamiento y algunos detalles de la película quedan poco claros. Para un sábado sin otra cosa por hacer.

Ficha Técnica
Director: Claude Chabrol
Actores: Ludivine Sagnier, Benoît Magimel, François Berléand, Mathilda May, Caroline Silhol.
Guión: Claude Chabrol, Cécile Maistre.
Productores: Patrick Godeau
Música: Matthieu Chabrol
Fotografía: Eduardo Serra
Género: Drama/Thriller
Edición: Monique Fardoulis
Clasificación: B-15
Duración: 114 min.

Vive siempre, Mercedes

Desde niña escucho música folclórica latinoamericana. A mis padres les gustaba poner a Oscar Chávez y Amparo Ochoa los domingos, mientras comíamos. Mis recuerdos de la música comprometida con diversas causas, que cantaba al trabajo, a la tierra, a las luchas obreras, al pueblo, a la soledad y a la guerra arrullaron mi infancia.

Pero no conocí a Mercedes Sosa hasta llegar a la universidad, cuando uno de mis primeros novios, un estudiante de derecho me dijo... "¿Y en serio nunca has escuchado a Mercedes?".

Herida en mi orgullo me propuse igualar mi conocimiento de Mercedes Sosa adquiriendo su discografía y pasé varios días sumergida entre sus cantos, seducida por las letras. Algunas de ellas ya las conocía, otras tiñieron mi vida y la marcaron de manera indeleble.

Era realmente una de esas mujeres que nacieron para cantar, pues en su voz notabas la dedicación y entrega que ponía a su arte.

Hoy murió Mercedes Sosa, a los 74 años de edad. De su biografía poco o nada sabía: me conformaba con escucharla cantar, pues toda declaración hubiera sido innecesaria después de escuchar "Sólo le pido a dios", "Cómo la cigarra" o "Sobreviviendo".

Su nacionalidad fue la argentina, pero su poderoso canto no conocía de fronteras.

Descanse en paz.

D.

¿Y esos peces, qué?

Eso me preguntaron el otro día, en referencia al "Estanque de peces melancólicos".

Y creo que tienen razón, después de todo yo no soy una mujer de peces: me gustan más los gatos...

Pero resulta más fácil mantener una pesera virtual que mantener un gato virtual.

Además... si quiero que lleguen gatos aleatoriamente al sistema, no está de más tener peces.

En Facebook tengo otra pecera virtual y de esa si me encargo yo: no le dejo a los visitantes la tarea de limpiar la lama verde que crece en las orillas

Allí tengo a mis dos peces payaso, un pez globo y otros hallazgos... Pero si alguien quiere recomendarme un lugar para encontrar gatitos virtuales, soy toda ojos.

D.

Faldas a la cintura y otras verdades incómodas

Me gusta mucho llevar falda, aunque eso me convierta en una figura anacrónica, que no aprovecha y disfruta de los beneficios que nos ha dado la modernización del vestido en Occidente. Ahora las mujeres podemos ponernos pantalones y ropa aún más masculina, cómoda y fácil de portar, que hace que las universidades sean coloridas casas de modas... pero sin tanta crinolina.

Ayer, para aprovechar un día soleado de otoño, de esos que luego no son tan abundantes, saqué a pasear a una de las faldas que suelo dejar en el armario por largas temporadas: una tela escocesa tableada que hace las veces de falda gracias a dos botones estratégicamente colocados.

Así que abotoné la tela y fui a darme la vuelta por la Facultad, pues al medio día tenía un taller de Creación Literaria... pero no sé cuando ocurrió el desperfecto: ¿habrá sido en los torniquetes del metro?, ¿cuando me eché la mochila a la espalda?, ¿en que giro del destino el vuelo de mi falda quedó a la altura de mi cintura, dejando ver toda mi ropa interior?

Lo curioso del caso es que no me di cuenta hasta casi llegar a la escuela. Así que allí andaba yo, por los caminos universitarios, volviendo pública mi ropa íntima, hasta que una buena samaritana me tocó en el hombro y me sugirió acomodarme la ropa.

Apenas y pude farfullar un "gracias" muy pequeñito y apocado, pero la chica que hizo su buena obra del día ya iba muy delante mientras yo lo decía, porque creo que a ella también le dio cierta pena tener que revelarme lo inapropiado de mi conducta exhibicionista (¿y si fuera yo una deliberada demostradora de bragas?).

Lo cierto es que navego por la vida con la bandera del desparpajo y el despiste, así que estos y otros asuntos bochornosos no me son tan ajenos... pero siempre que pasan cosas así me pongo a pensar en la psicología de las personas que se animan a decirte las cosas por su nombre.

Yo misma he titubeado ante personas que tienen el pelo echo un nido de pájaros, como si un gallo se levantara a saludar desde lo alto; mujeres con base del maquillaje notoriamente marcada, como de geisha; personas con traje sastre y la cascarilla de un frijol negro pegado al diente; engalanados amigos que llevan mal aliento o zapatos olorosos... y siempre es la misma disyuntiva. ¿Debería decirle?

Quizá el momento para decidir es una fracción de segundo, porque estos personajes no siempre pasean con la misma tranquilidad que lo hago yo, por el mundo. A lo mejor saben de su falta y simplemente no les importa... (Ya hay cada peinado raro, que quizá llevar un mechón de pelos alzado sea una distinción de la moda que no me ha sido notificada).

En el caso específico de las faldas a la cintura, creo que siempre son mujeres las que te avisan de esas cosas... quizá los hombres nunca te señalarían que tienes un botón extra desabrochado y se te alcanza a ver una brisna de encaje, pero alguna mujer observadora si podría hacerlo notar...

Ya que la buena samaritana de blusa azul a rayas se fue muy rápido, aprovecho de nuevo este espacio para agradecerle, así como le doy las gracias a todos los que me han dicho que tengo lápiz labial en los dientes o una media corrida...

D.

Poesía... ¡Qué dificil!

El martes platicaba con Yareli lo dificil que es el género literario de la poesía... Cuando era niña pensaba que los versos eran como frases más cortitas que ibas apilando una debajo de la otra hasta que te cansabas o se acababa la hoja: lo que ocurriera primero.

Así que entre los 12 y los 18 años apilé muchas frases cortitas, asegurando que escribía poesía. Me gustaban los poetas modernistas y tenía a Rubén Dario en el top ten de mis escritores preferidos... Así que allí tengo mis cuadernos. Me da ternura verlos, pero no tengo ganas de desenterrarlos para ver que escribí.

Con el tiempo comprendí más sobre las figuras retóricas, la metrica y las cosas que te conmueven el corazón. Aprendí que la poesía no tiene que ser sobre el amor, que incluir rimas consonantes en un poema puede volverlo aburridisimo y soso. Me sorprendí y pasmé con algunos poetas. Me sorprendió la música que pueden poseer las palabras... Y a veces me horroricé con lo que algunas personas llaman poesía.

La poesía es un género dificil: por eso ayer dude antes de acudir a las mesas de lectura en voz alta de la Facultad de Filosofía y letras... mi motivación: iban a leer Coral Bracho y David Huerta, dos de mis poetas favoritos en estos últimos años.

Al final no fui, por una serie de eventos desafortunados...

pero no me quedaré con las ganas y les compartiré dos poemas de ellos.

La poesía es un género dificil, pero vale la pena.

Lindes

Has pulsado
has templado mi carne
en tu diafanidad, mis sentidos (hombre de contornos
levísimos, de ojos suaves y limpios);
en la vasta desnudez que derrama,
que desgaja y ofrece;

(Como una ventana al mar; como el roce delicado,
insistente,
de tu voz.)
Las aguas: sendas que te reflejan (celaje inmerso),
tu afluencia, tus lindes:
grietas que me develan.

Porque un barniz, una palabra espesa, vivos y muertos,
una acritud fungosa, de cordajes,
de limo, de carroña frutal, una baba lechosa nos recorre,
nos pliega; ¿alguien; alguien hablaba aquí?

Renazco, como un albino, a ese sol:
distancia doloroso a lo neutro que me mira, que miro
.

Ven, acércate; ven a mirar sus manos, gotas recientes en este fango;
ven a rodearme.
(Sabor nocturno, fulgor de tierras erguidas, de pasajes
sedosos, arborescentes, semiocultos
el mar:
sobre esta playa, entre rumores dispersos y vítreos.)

Has deslumbrado,
reblandecido

¿En quién revienta esta luz?

Has forjado, delineado mi cuerpo a tus emanaciones,
a sus trazos escuetos. Has colmado
de raíces, de espacios;
has ahondado, desollado, vuelto vulnerables (porque tus yemas tensan
y desprenden,
porque tu luz arranca gubia suavísima con su lengua,
su roce,
mis membranas en tus aguas; ceiba luminosa de espesuras
abiertas,
de parajes fluctuantes, excedidos; tu relente) mis miembros.

Oye; siente en ese fallo luctuoso, en ese intento segado,
delicuescente
¿A quién unge, a quién refracta, a quién desdobla? en su
miasma

Miro con ojos sin pigmento ese ruido ceroso
que me es ajeno
.

(En mi cuerpo tu piel yergue una selva dúctil que fecunda
sus bordes;
una pregunta, viña que se interna, que envuelve los pasillos
rastreados.
De sus ramas, de sus cimas: la afluencia incontenible.
Un cristal que penetra, resinoso, candente, en las vastas
pupilas ocres
del deseo, las transparenta; un lenguaje minucioso.
Me has preñado, has urdido entre mi piel;
¿y quién se desplaza aquí?
¿quién desliza por sus dedos?
Bajo esa noche: ¿quién musita entre las tumbas, las zanjas?
Su flama, siempre multiplicada, siempre henchida y secreta,
tus lindes;
Has ahondado, has vertido, me has abierto hasta exhumar;
¿Y quién,
quién lo amortaja aquí? ¿Quién lo estrecha, quién lo besa?
¿Quién lo habita?

Coral Bracho

Poema nocturno

Milímetros de ti convergen ahogándose, bajo la noche, la fantasía de toda
la transparencia empozada en el cuarto.

Tu mirada oscila con un cerrado esplendor,
y en tu saliva surgen pedazos de nombres, alas de quemaduras: la noche
resuena en tu paladar
con paso lentísimo de larva y roce tibio,

de animales numerosos extraviados en el reino de tus ropas, mezcladas
de cualquier modo en la silla sombría,

bajo techos muertos y lúcidos, recogido tú en los dones del sueño sobre
tu cabeza hipnotizada de silencio.

David Huerta


D.

Una mujer que caminaba sobre las vías

Se llevó a cabo la fiesta de fin de año de la oficina en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca. La verdad yo no ubicaba mucho el rumbo, pero...